miércoles, 19 de marzo de 2014

8

Capítulo 8

_____ esperaba que la exhibición de yoga pudiera acortar la llamada telefónica de Joe, pero no pensaba en absoluto que no hablara; ni tampoco descubrió que no lo había hecho hasta después de hacer el amor en su cama y desayunar huevos, café y tostadas.
-¿Qué tal sobreviven en la oficina sin ti?- preguntó mientras recogían la mesa.
-No lo sé- contestó dejando los platos en el fregadero y sacando el jabón-. Colgué antes de poder hablar con nadie.
-¿Que colgaste? ¿Y por qué?
-Creo que ha sido culpa de ese ejercicio tuyo en el que te doblas hacia abajo.
-¡Vaya! Ahora me siento culpable.
-Me preguntaba- rió-, si lo estabas haciendo a posta para sabotearme.
-Bueno, no exactamente. Es decir, me gusta comenzar la mañana con ejercicios de yoga, y la cubierta es el mejor lugar, hay mucho espacio.
-No importa, _____, haz lo que quieras. Si yo no tengo la suficiente fuerza de voluntad como para ignorarte es problema mío. Tengo que terminar un par de proyectos en el ordenador antes de volver a Chicago, pero confía en mí. Cuando me concentro nada me molesta. Incluso puedes bailar desnuda, yo no me daré ni cuenta.
-Comprendo- contestó frunciendo el ceño. Aquel chico no la conocía del todo bien, pensó _____. Si la conociera no le habría arrojado el guante con un gesto tan estudiado y una frase tan brillante. ¿Bailar desnuda delante de él?, se preguntó, ¿para llamar su atención? Ella era mucho más creativa que eso.


Tres horas más tarde, Joe estaba sentado en la cubierta. La caja que escondía el generador le servía de mesa y tenía el teléfono pegado a la oreja. Había estado trabajando todo el tiempo desde que habían terminado de fregar los platos. _____ había decidido ser razonable y concederle algo de tiempo. Pero teniendo en cuenta el paisaje que los rodeaba y el delicioso aislamiento en que se encontraban, se dijo, más de tres horas comenzaría a ser excesivo. Había llegado el momento de las maniobras disuasorias. Y naturalmente eran por su propio bien.
-Creo que voy a ir a nadar- dijo pasando por delante de él.
-Mmm. Que te diviertas- contestó sin ni siquiera levantar la cabeza.
Hubiera podido saltar desde la cubierta y salpicarlo, pero lo encontraba demasiado infantil, así que usó las escaleras. Incluso estuvo nadando durante un rato.
Joe continuaba escribiendo en el ordenador con el teléfono en la oreja. Acabaría con un dolor crónico de nuca si seguía así, pensó. La necesitaba para salvarse de aquella necesidad compulsiva de trabajar, al menos durante los próximos tres días. Así que decidió quitarse el bañador en medio del agua.
Tenía que acertar en el blanco si quería que todo le saliera perfecto en su siguiente paso. Si lo hacía demasiado cerca lo salpicaría, y no era ésa su intención. Pero si lo hacía demasiado lejos no surtiría el mismo efecto. Arrojó el bañador hacia el barco y fue a caer sobre la bar_____lla justo a un par de metros de él haciendo un pequeño plop.
Joe miró para arriba sorprendido. Entonces vio el bañador colgado, rojo brillante sobre la bar_____lla azul. Mientras lo observaba, _____ pensó en un toro frente a la capa roja de un torero. Esperaba una respuesta similar a la del animal.
Cuando él volvió la vista hacia el agua buceó cerca de la superficie. Luego sacó la cabeza para respirar y tuvo que taparse la boca para no reír. Joe seguía trabajando en el ordenador, pero había colocado la silla más cerca de la bar_____lla para tener mejores vistas.
Otra mujer hubiera fingido que sufría un calambre, pero ella quería que Joe se tirara al agua desesperado de deseo, no de miedo.
Flotó sobre la espalda y movió los brazos nadando, elevando una pierna con la punta del pie en alto. Lentamente se dejó hundir hasta que todo su cuerpo desapareció bajo el agua.
Salió a la superficie y pudo ver por un momento a Joe antes de hacer un movimiento de delfín buceando hacia adelante y escondiendo una sonrisa mientras enseñaba el trasero. Ya no escribía a máquina; e incluso había dejado el teléfono. Cuando volvió a salir, él estaba comenzando a desabrocharse los pantalones. Casi se los había quitado cuando inició el paso siguiente. Arqueó la espalda y buceó hacia atrás dejando que sus pechos sobresalieran de la superficie del agua. El movimiento fue tan lento que tuvo tiempo de enseñar en detalle las caderas. Finalmente elevó las puntas de los pies hacia el cielo, con los músculos de las piernas tensos. Y fue entonces cuando le dio el calambre. Gritó y tragó agua. Era un calambre muy fuerte. Salió a la superficie con la pantorrilla temblando. Su grito de socorro se convirtió en un gorgoteo en el agua.
-¡Ya voy!- gritó Joe con los pantalones a medio bajar.
Con las prisas se apoyó sobre el generador para no perder el equilibrio y le dio un golpe al ordenador, que se escurrió por la tapa cayendo al agua. Sin embargo, Joe no hizo ningún esfuerzo por salvarlo. El ordenador se hundió entre las olas mientras él buceaba hacia ella.
Enseguida la alcanzó, la agarró rodeándola con un brazo y la llevó a la escalera.
-¡El ordenador!- exclamó ella al llegar al barco.
-¡Que se vaya al diablo!- contestó él agarrándola a ella y a la escalera-. ¿Qué te ha pasado?
-Me ha dado un calambre en la pierna.
-¿En cuál?
-En la izquierda- contestó. Joe se las arregló para sujetarla y al mismo tiempo levantarle la pierna y darle un masaje-. No te preocupes, ve a por el ordenador.
-Al diablo con el ordenador. Podías haberte ahogado- añadió mientras su corazón latía a toda prisa.
Nunca había estado tan asustado, pensó Joe.
-Sólo hubiera sido culpa mía. Ya estoy mejor, Joe. Por favor, ve a buscar el ordenador- dijo intentando que le soltara la pierna.
-Deberías subir a bordo. Yo te...
-No, creo que es mejor tener la pierna en el agua. ¿Vas a ir a por esa maldita máquina?
-Está bien, quédate aquí sin moverte.
-Lo haré, te lo prometo.
Joe la miró una última vez y nadó hacia el lugar en el que se había hundido el ordenador. Buscó por el fondo, lo recogió y volvió a salir a la superficie.
Se apoyó en la escalera y levantó el ordenador poniéndolo sobre la cubierta. Chorreaba agua.
-¡Oh, Joe!- exclamó _____ mirando el artefacto con los ojos muy abiertos-. ¿Crees que hay alguna posibilidad de que funcione?
-¿Y a quién le importa?
-Yo... yo te lo pagaré- dijo con una expresión triste-. Aunque ya sé que eso no es lo más importante. Has perdido toda la información que contenía- añadió sorbiendo por la nariz-. No debería de haber hecho eso para distraerte.
Joe se dio cuenta con sorpresa de que no toda el agua que bañaba su rostro era agua del lago. Estaba llorando. Lloraba por una estúpida máquina de oficina. Sacó una mano y le apretó el brazo murmurando:
-Eh, ven aquí.
Ella lo dejó que la atrajera hacia sí, pero desvió la mirada.
-Me creo muy inteligente, muy lista. «Voy a distraerlo de su trabajo», me dije. Bueno, desde luego lo he conseguido, ¿verdad? ¡Qué gran cosa!
Joe la tomó de la barbilla.
-No te disculpes nunca por tu forma de ser. Yo mismo te dije que podías hacer lo que quisieras. Era un desafío, y debería de haberme imaginado cómo ibas a reaccionar. Además fui yo quien tiró esa estúpida cosa al lago, no tú.
-Pero yo te estaba provocando, estaba intentando hacerte perder la calma- añadió _____ llena de lágrimas-. Y entonces me dio ese calambre, no estoy acostumbrada a estirar las puntas de los pies tanto.
-Ha sido un espectáculo fantástico- sonrió con cariño.
-Ha sido una estupidez. Lo he echado todo a perder: tus informes, tu ordenador, tu lista de pros y contras. Todo, todo se ha perdido.
Joe comenzaba a excitarse ante el contacto de su cuerpo desnudo en el agua.
-¿Sabes qué? La verdad es que me importa un pimiento...- de pronto hizo una pausa al comprender sólo en parte lo que ella acababa de decir. La tomó de la barbilla para elevar su rostro y poder mirarla a los ojos y preguntó-: ¿De qué lista de pros y contras estás hablando?
_____ abrió mucho los ojos, igual que un niño al que hubieran pillado haciendo una travesura.
-Ah, pues, era por decir algo. Siempre he oído decir que los ejecutivos hacen listas...
-Tonterías, _____. Has abierto mi archivo.
-Sólo quería asegurarme de que funcionaba después de caerse al suelo.
-Podías haberlo averiguado sin necesidad de husmear.
-Pero hice bien en hacerlo- se defendió-. La verdad es que en esa lista demostrabas que estabas hecho un lío.
-¿Tú crees?
-Sí, un completo lío. ¿Qué querías decir exactamente con eso de mi alocada forma de ver la vida?
Observar las emociones que la embargaban a través de su mirada era una experiencia increíblemente estimulante, pero sentir su cuerpo deslizándose y escurriéndose contra el de él en la corriente de agua lo era más aún.
-No tengo ni idea.
-Exacto. Por eso es por lo que lo cambié.
-¿Que hiciste qué?
-Lo arreglé un poco, sólo unas cuantas cosas para que se ajustara más a la verdad.
Estaba loco por aquella mujer.
-¿Escribiste en mi archivo?
-Sí, necesitaba unos arreglos. Ahora está mucho mejor- dijo complacida consigo misma. De inmediato, sin embargo, volvió a ponerse triste-. O lo estaba. Ahora se ha perdido junto con todo lo demás.
Joe se echó a reír. Deberla de haberse puesto furioso por el hecho de que ella hubiera estado enredando en sus archivos, y furioso consigo mismo por haber tirado al agua el ordenador. Pero había ocurrido la cosa más extraña del mundo. Una vez que había asumido que había perdido el ordenador se sentía como si se hubiese quitado un enorme peso de encima, un peso con el que ni siquiera sabía que estuviera cargando.
Joe, hay que secarlo, igual que cuando se te cayó encima el café. Nunca se sabe. A veces ocurren milagros.
-Sí, tienes razón. A veces ocurren milagros. Agárrate un momento a la escalera.
_____ siguió sus instrucciones. Una vez que sus manos estuvieron libres, Joe recogió el ordenador, lo sostuvo sobre el agua y luego lo dejó caer. _____ gritó y fue a abalanzarse para ir a buscarlo, pero
Joe la agarró antes de que pudiera tirarse a bucear.
-¿Qué estás haciendo?- gritó _____-. ¡Ahora ya sí que no va a funcionar!
-Exacto- dijo tirando de ella-. Cuando salgamos del agua iré a por él. Mientras tanto bésame.


_____ no podía creer la transformación que se había operado en Joe. El ordenador yacía a varios metros de profundidad. Según parecía esa máquina había sido el ancla que lo había tenido atado a sus responsabilidades. Sin él parecía otro. Se quitó el bañador y ambos jugaron en el agua como niños, salpicándose y nadando hasta que se cansaron de hacer tanto ejercicio.
Pero más allá de los juegos latía entre ellos la sensualidad que los hacía permanecer apasionadamente unidos. Por fin, Joe la llevó sobre la cubierta y le hizo el amor hasta que el sol se escondió tras el horizonte. Luego llamaron a Nicole y se enteraron de que ella, Bowie y Ch_____ volarían a Chicago al día siguiente, lo cual significaba que ellos podrían terminar aquellas vacaciones hasta el final. Para celebrarlo cocinaron en la playa, extendieron las toallas y volvieron a hacer el amor.
Joe la despertó al amanecer con pequeños besos y mordiscos. Podía oler el aroma a café. Se volvió hacia él creyendo saber qué era lo que quería.
-Es hora de levantarse- murmuró-. Hora de pescar.
-¿De pescar?
-Es el mejor momento para pescar. Vamos. El café está listo y tengo las cañas preparadas.
Le encantaba la forma en que había cambiado Joe desde que había tirado el ordenador, pero no estaba segura de que le gustara también esa pasión por la pesca.
-Venga, enróllate el saco- dije poniéndoselo sobre los hombros-. Te va a encantar.
-Sí, seguro- contestó dando tumbos hacia la cubierta y arrastrando el saco de dormir como si fuera la cola de una novia.
Joe se sentó, arrojó el sedal por ella y le puso en las manos una taza de café.
-¿No es fantástico?
-Alucinante.
Una hora más tarde, después de otro café, _____ se volvió hacia él y preguntó:
-¿Y cuándo va a comenzar eso tan excitante?
-Bueno, no parece que piquen mucho con estos anzuelos.
-Teníamos que haber traído anzuelos vivos. Le dije a Bowie que...
-Tus pendientes.
-¿Cómo dices?
-No tenemos nada que perder. Vamos a probar con tus pendientes. Veremos si les gustan.
-Puede que tú no tengas nada que perder, pero yo sí. Son unos pendientes preciosos, y además son un recuerdo de mi querido cuñado.
-Pero puede hacerte otros, seguro que estará encantado si se los pides. Por favor, _____. De verdad quiero pescar algo para desayunar. ¿Tú no?
-Puedes apostar a que sí- murmuró ella.
-Eso no ha sonado muy entusiasta.
No podía soportar chafarle la diversión, a pesar de que no la compartiera, así que decidió ceder.
-Pues lo es, de verdad, Voy a por esos pendientes. Uno para cada uno. Quizá pesquemos dos peces.
-¡Fantástico!
_____ fue a buscar los pendientes. Media hora más tarde tuvo que rogarle que dejara de pescar porque habían conseguido más peces de los que podían comer.
-¿Pero has visto lo bien que funcionan tus pendientes?- preguntó él mostrándoselos. Estaban un poco estropeados-. Nunca he visto nada igual. La Jefferson Sporting Goods necesita algo como esto para lanzarlo al mercado.
-¿Y le vas a dar a Bowie un extra?
-Sí- contestó Joe sorprendido-, supongo que debería hacerlo, ¿no?
-Pues sabes, puede que funcionen muy bien como anzuelo, pero como pendientes tampoco están nada mal.
-No, siempre y cuando no te inclines demasiado sobre el agua si vas a navegar.
-¡Eh! Podrías hacer una promoción doble del artículo: ¡Pesque un chico o pesque un pez, lo que le apetezca más en ese momento!
-No sé, _____. La Jefferson siempre ha sido una empresa muy conservadora. Eso suena a gamberrada teniendo en cuenta la imagen de la empresa.
-Es una lástima. Sería divertido ver qué ocurre si le das Bowie total libertad para que promocione sus pendientes. De hecho, si yo fuera tú se la daría durante un plazo de tiempo razonable. Déjale que se haga cargo de nuevos proyectos en la empresa. Su creatividad está un poco desperdiciada en ventas.
-No sé si él sería capaz de mantener la disciplina necesaria.
-Olvídate de la vieja canción de siempre, Joe. Es tu padre el que habla, no tú. Piensa en lo que ha sucedido en este viaje. Piensa en la noche en que nació la pequeña Ch_____. Mientras tú estabas desmayado, Bowie recogió el relevo y no falló.
-Pero eran su mujer y su hija.
-¡Y también es su empresa! Él es un Jefferson, aunque no haya tenido muchas oportunidades de demostrarlo. No tienes ni idea de qué podría suceder si compartes la responsabilidad con él y le dejas que tome decisiones en lugar de regañarlo como hacía tu padre continuamente.
-Yo no le regaño.
-¿No?- preguntó decidida a no dejar escapar aquella ocasión para discutir el tema hasta el final.
-Con Bowie me divierto, es muy simpático.
-Sí, pero cada cosa en su lugar, ¿no es verdad? Hay momentos para la diversión y momentos serios para el trabajo.
-Claro, por supuesto- contestó Joe mirándola como si no pudiera creer que estuviera discutiendo algo tan obvio.
-No confías en la habilidad ni en la seriedad de Bowie para hacerse cargo de los negocios cuando la situación lo exige. Y eso a pesar de haber tenido hace escasos días la prueba evidente de que no es el tonto sin cerebro que siempre has pensado que es.
-No sé si lo que ocurrió el otro día puede trasladarse tan fácilmente al mundo de los negocios- replicó Joe en apariencia incómodo.
-¿Y por qué demonios no? Una crisis es una crisis. Y en esta en particular el que falló fuiste tú. Eso te resulta odioso, ¿verdad? Te gustaría poder olvidarlo y volver a los viejos tiempos en los que tú eras capaz de manejarlo todo y en cambio no se podía confiar en Bowie ni para que se atara los cordones de los zapatos.
-No estamos discutiendo sobre mí sino sobre él. Tú no has vivido con él durante veintisiete años. Yo sí. Si le doy a Bowie la libertad de la que me estás hablando se volverá loco. Vagará de un lado para otro sin concentrarse en nada el suficiente tiempo como para alcanzar el éxito.
-Bueno, yo no soy muy diferente de él. ¿Es que acaso somos malos?- preguntó. Joe no contestó, pero _____ pudo leer la respuesta en sus ojos. Sabía cuál era su opinión sobre ella, sólo que no había querido pensar en ello-. Bowie y yo somos muy divertidos, es fantástico estar con nosotros un rato, pero no puedes contar con nosotros para nada serio, no tenemos el nervio suficiente, ¿no es eso?
Joe la tomó en sus brazos y contestó:
-Dejemos a Bowie fuera de la discusión por un momento. Tú tienes un potencial tremendo, _____. No estoy tan cegado por la lujuria como para no darme cuenta de lo capaz que eres. Cuando estabas haciendo yoga con Bowie me di cuenta de que eres una profesora nata. Si te mostrases tenaz en algo, quizá si abrieras tu propia escuela de yoga, por ejemplo, podrías...
-¿Como tú? - respondió-. ¿Quieres que viva día y noche intentando alcanzar un objetivo que alguien me ha impuesto? No, gracias.
Joe la soltó y se apartó de ella.
-Supongo que pensarás que debería de abandonar la Jefferson Sporting Goods y dejarla en manos de
Bowie para marcharme a una isla desierta contigo donde viviríamos sólo de amor.
-Sería un desafío si te llevaras el anzuelo de Bowie- contestó ella parpadeando para evitar que las lágrimas de frustración cegaran sus ojos.
-No puedo, _____.
-¿No puedes o no quieres?
Joe se dio la vuelta. Sus ojos estaban llenos de dolor.
-Si lo prefieres así puedes pensar que no quiero. Bueno o malo, soy tal y como la vida me ha hecho. No puedo ni imaginarme el abandonar la empresa para dejarla en manos de Bowie. No me importa lo que haya ocurrido en este viaje. No soportaría la vida sin el desafío que supone la competencia a la que estoy acostumbrado. En una isla desierta me volvería loco.
-Y es precisamente todo lo que tú amas de tu vida lo que me volverla loca a mí.
-He estado preguntándome a mí mismo si habría alguna posibilidad de que tú vinieras a Chicago- tragó.
_____ cerró los ojos intentando soportar el dolor y respiró profunda e inestablemente antes de contestar:
- Lo que hemos compartido es demasiado frágil, Joe. En una semana acabaríamos con ese sentimiento tan especial que ahora tenemos el uno por el otro- dijo forzándose a mirarlo a los ojos.
Joe se quedó mirándola en silencio. Finalmente habló, y su voz sonó profunda y ronca:
-Por favor, dime al menos que no hemos acabado ya con él con esta discusión.
Si el dolor de su corazón era un indicio de amor, entonces lo amaba. Lo amaba con tal pasión que aquel sentimiento prometía hacérselo pasar muy mal en un futuro próximo.
-¿Está tu ordenador aún en el fondo del lago?
-Sí, a menos que lo hayas pescado tú con una de tus extravagantes ideas. ¿Es que esperabas que lo pescara de otro modo?
-No.
_____ levantó los brazos y sonrió seductoramente.
-Entonces dejemos que sigan los buenos momentos.


Joe se maravilló de la generosidad de espíritu de _____ al verla entregarse tan de lleno en su último día. No cabía un mañana. Nunca había visto semejante tipo de resistencia. Se sentía fascinado.
Estaba tratando de olvidar que al día siguiente a esa misma hora no podría besarla, no podría acariciar su espalda y agarrarla firmemente por el trasero, ni podría bajarle los tirantes del bikini para besar su cálido pecho. Ni tampoco necesitaría recordar dónde había dejado la caja de preservativos. Durante las últimas horas había estado considerando la posibilidad de colgársela al cuello para no perderla, sólo por si acaso a ella se le ocurría comenzar a hacer lo que estaba haciendo en ese momento. Había metido las manos por dentro de su bañador y lo acariciaba de tal modo que más le valía encontrarla, y cuanto antes.
-Espera- gimió Joe mientras lo acariciaba con aquel exquisito talento que siempre asociarla a _____-, déjame que busque los...
De pronto miró hacia la toalla donde recordó que había dejado la caja de preservativos y vio a un cuervo que le estaba dando de picotazos. Gritó y se abalanzó sobre la toalla. El cuervo tomó la caja con el pico y voló.
-¡Oh, no, pájaro estúpido!
Joe saltó y consiguió agarrar la caja quitándosela al pájaro, pero luego aterrizó con el estómago sobre la arena. No fue el golpe en el estómago sin embargo lo que le hizo gritar de dolor.
-¿Joe?- se apresuró _____ a acercarse-. ¿Estás bien?
-Creo que me he roto... el objeto de mi orgullo, mi mayor diversión.
-Date la vuelta y déjame que te vea.
Joe escupió arena y luchó por respirar.
-Te estás riendo, ¿a que sí?
Se escuchó un ruido ahogado, y luego _____ se aclaró la garganta y contestó:
-Nunca me reiría de una cosa así. Vamos, date la vuelta.
Joe obedeció mientras respiraba y gemía dolorido.
-¡Pobrecito!- exclamó _____ sacudiéndole la arena del pecho-. Se te ha cortado la respiración.
-¡Maldita vida salvaje!
-Vamos a ver si puedo hacerte revivir- dijo _____ bajándole el bañador-. ¡Pero mira! ¡Si revive!
La risa le provocó dolor en el pecho, pero no podía evitarla.
-Creo que me la he aplastado.
-Bueno, apuesto a que todavía funciona.
Y tenía razón. Poco después de comenzar a besarlo precisamente en ese lugar, él se sintió a punto de explotar.
-Con cuidado, _____, con cuidado, amor mío.
Ella lo besó subiendo por el pecho y sonriendo.
-Llegó la hora de ponerse la capucha - dijo quitándole la caja de preservativos de las manos y sacando uno-. ¡El cuervo lo ha agujereado!
-No quiero ni oírlo. Como ese maldito pájaro los haya arruinado todos...
-Más agujeros.
-Déjame ver - dijo Joe sentándose.
-Tengo una idea mejor- añadió _____ agarrando la caja y corriendo al agua-. Los probaremos.
Joe se subió el bañador y se puso en pie para seguirla. Mientras lo hacía maldijo a todo el reino animal y al reino de los cuervos en particular.
-_____, no sé si... ¡Eh!- gritó al golpearle un preservativo lleno de agua en la cara.
-Tenía un agujero, pero es que odio tener que desperdiciar un globo de agua tan perfecto- contestó _____ riendo.
-Globos de agua- murmuró acercándose a ella mientras otro preservativo volvía a golpearle en la barbilla.
-¡Otro con agujero!- gritó _____.
Entonces otro preservativo llegó volando hacia él, pero consiguió atraparlo sin romperlo. Justo lo que necesitaba, pensó. Municiones.
-¡Agujeros!- gritó _____ mientras seguía con el experimento al borde del agua.
-Estoy empezando a pensar que no tenías demasiado interés en que yo reviviera- dijo Joe acercándose a ella con el preservativo lleno de agua escondido en la espalda.
-No es cierto, es sólo que no quiero llevarme una sorpresa, ¿comprendes, no?
Joe se arrodilló al borde del agua y la agarró.
-Mal asunto- dijo rompiendo el globo sobre su cabeza y mojándole el pelo.
-Eso no ha sido justo- gritó _____ temblando y luchando por soltarse mientras el agua le goteaba por la cara.
-Y ahora bésame, y deprisa- añadió Joe. _____ dejó de luchar y se dio la vuelta hacia él con una expresión seductora-. Así está mejor- susurró besándola. Entonces _____ le rompió otro preservativo encima de la cabeza-. Ya estamos en paz.
Joe se sacudió el pelo mientras ella reía. Luego la levantó en el aire.
-¡Espera!- gritó luchando por liberarse-. ¡Déjame en el suelo! No es justo, tú tienes más fuerza.
-Si tú puedes escurrirte como una serpiente yo puedo usar mi fuerza masculina- contestó caminando por el agua hasta que le llegó a los muslos y tirándola luego.
_____ se debatió en el agua y finalmente salió a flote escupiendo. El pelo y la cara le chorreaban. Entonces lo empajó. Joe se estaba riendo tanto que perdió el equilibrio y se hundió. Al salir de nuevo a la superficie la agarró y tiró de ella para llevársela consigo mientras ella se revolvía en sus brazos.
-¿Queda alguno de esos malditos preservativos en buen estado?
-Uno- contestó ella jadeando y tratando de liberarse.
-¿Y dónde está?
-En mi... ¡Oh, allá va! ¡Se va flotando!
-¿Dónde?- repitió Joe mirando a su alrededor.
-¡Allí!- contestó señalando hacia la izquierda.
-No lo veo. ¡Dios mío! ¿A dónde ha ido a parar?
-Aquí, ya lo tengo.
-¿Dónde está?
_____ sacó la lengua. Tenía el preservativo en la boca. Le había estado tomando el pelo.
-¡Te la estás ganando!- gritó mientras avanzaba hacia ella.
-Era sólo una broma- respondió _____ sacándose el preservativo de la boca y retrocediendo.
-¿Si? Pues ahora me toca a mí.
_____ reía mientras seguía retrocediendo hacia la playa.
-La verdad es que quedan más.
-¡Qué divertido! Yo matándome y luego resulta que quedaban más.
-Dejé un par de esos en la caja.
-Sólo me interesa el que tienes en la mano.
-¿Cuál? ¿Éste?- sonrió.
-Sí, ése - respondió lanzándose sobre ella y agarrando el preservativo mientras ambos se revolcaban en la orilla.
En sólo unos segundos, él estuvo encima de ella quitándole el bikini. Se revolcaron abrazados por la playa. El agua iba y venía mojando sus cuerpos mientras él se hundía dentro de ella. Aquella podía ser la última vez, pensó. De pronto aquel pensamiento despertó en él una inmensa pasión. Todo en él se rebelaba ante la idea de no volver a amarla nunca más.
-Te necesito, _____- murmuró en su oído.
-Ya me tienes.
-Cuando vayas a visitar a Nicole...
-No, no voy a echarlo todo a perder robando unas cuantas horas aquí y allá.
-_____- la llamó convirtiendo su nombre en una súplica.

- Hazme el amor, Joe- contestó ella apoyándose contra él-. Yo también te necesito.