sábado, 22 de marzo de 2014

14 mundos

Capítulo 14
SE dirigieron hacia la carretera que conducía al Monte Lemmon muy temprano, la
mañana del siguiente sábado, en el Corvette de _____. Joe conducía, así que _____ pudo
comenzar a leer las notas que Joe había llevado casi contra su voluntad. Una vez más hizo
prometer a _____ que seria brutalmente sincera en su evaluación.
Mientras conducía, se volvía a mirarla con frecuencia, lleno de ansiedad.
-Vas a tener problemas para leer esos garabatos -dijo-. La señora Pembroke solia
quejarse mucho de mi letra.
Ella levantó la mirada y sonrió.
-No estoy teniendo ninguna dificultad para entenderla.
-Dudo mucho que las páginas estén en orden --dijo él más adelante, interrumpiéndola
de nuevo.
-Joe, las páginas están en orden meticuloso. No seas tan nervioso. Estoy disfrutando
de esto. Es como si tuviera la oportunidad de leer tu diario. Estoy realmente empezando a
conocerte.
-Sensacional. Un diario como el que llevan las jovencitas, ¿no?
-No, eso no es verdad. No puedes pensar así, después de todo lo que has leído. Sin el
diario de Samuel Pepy's, no sabríamos tanto sobre cómo era el Londres de su tiempo. Así
que cállate y déjame leer.
-Nunca pensé que seria tan duro dejar que alguien leyera lo que he escrito.
-Pues creo que será mejor que te vayas acostumbrando a ello-dijo y continuó leyendo.
Su relato de la vida de un trabajador del hierro era increíble, pensó, pero no iba a
hacer ninguna declaración final hasta que hubiera terminado. Las notas eran casi lo
bastante buenas como para publicarse tal como estaban. Sin embargo, mejorarían
puliéndolas un poco. Ella tendría que advertirle, sin embargo, que tratara de retener la
vitalidad, al mismo tiempo que hacía una narración más concisa.
Ella ya estaba pensando en términos de trabajar juntos en el manuscrito... él como
autor y ella como editora preliminar. Habría querido sugerir eso, aun si Joe y ella
hubieran sido sólo amigos. El hecho de que fueran más que amigos hacía la perspectiva
todavía más emocionante.
De forma vaga comprendió que el Corvette había salido del desierto y estaban
subiendo gradualmente a través de las zonas de vegetación, por la carretera que
conducía a la cima de la montaña, a tres mil metros de altura. El recorrido no era nuevo
para ella; lo había hecho muchas veces con su familia, así que permaneció absorta en
la lectura.
Partes de la narración hicieron que su estómago se contrajera de miedo cuando Joe
describió casos en que él o sus amigos habían estado cerca de la muerte. Su descripción
de cómo Mando le salvó la vida requirió su completa atención.
Cuando el Corvette se acercó a la pequeña comunidad de Summerhaven, en lo
alto de la montaña, Joe interrumpió la lectura de _____ para pedirle instrucciones.
Ella se las proporcionó con rapidez y volvió inmediatamente a la lectura del diario de
él. El relato había tomado un curso diferente, un curso que hizo que la boca se le
secara de temor. Joe estaba describiendo su actual trabajo para Construcciones
Johnson.
-¿Es este el lugar? -preguntó Joe.
_____ levantó la mirada brevemente hacia el chalet de dos pisos parcialmente oculto
por grandes pinos.
-Sí -dijo y continuó leyendo-. Sigue el sendero aparca enfrente de la casa.
-Vaya casita -murmuró Joe mientras conducía el coche por el estrecho y
polvoriento sendero. Aparcó donde _____ le había dicho y se volvió hacia ella-.
Hemos llegado -declaró de forma innecesaria.
Ella levantó la mirada de los papeles que tenía en regazo.
-¿Es cierto esto? -preguntó _____ señalando la hoja que estaba leyendo en ese
momento. La expresión de él era interrogadora.
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-Parece como si... -se detuvo para aclararse la garganta-. Parece como si esta
compañía no estuviera particularmente preocupada por la seguridad de trabajadores -
logró decir.
-No lo están. Es un trabajo no sindicalizado, así que pueden aprovecharse de
nosotros con más facilidad.
-¿Habías... trabajado antes para esta compañía? Tus notas empiezan hace como
dos años, pero tú llevas nueve años trabajando el hierro, ¿no?
-Así es. Y sí, trabajé para Johnson hace poco de dos años, ahora que lo
mencionas.
-¿Eran las mismas condiciones entonces?
-No, realmente. Al menos, no noté que lo fueran. Las cosas han cambiado, sin
embargo, y yo me imagino que el hijo es el responsable de eso.
-Joe, debe hacerse algo respecto a esto -exclamó _____, sin poder contener su
indignación.
Él sonrió.
-Primero quieres que escriba un libro que probablemente no se venderá, y ahora quieres
que acuse a Johnson ante las autoridades, lo que significaría que me quedaría sin
trabajo.
-No podrían despedirte, si las acusaciones fueran ciertas.
La mirada de Joe era tolerante.
-¿Y en qué situación quedaría yo... trabajando para alguien a quien había
denunciado?
_____ se quedó mirándolo fijamente, por largo rato, mientras ordenaba sus
pensamientos. Gradualmente el camino a seguir se hizo claro para ella. La persona
que intervendría en el asunto sería ella. Deseó que su padre estuviera en la ciudad, pero
debido a que no estaba, tendría que ir a hablar directamente con Danny. Buscaría algún
pretexto para salir del apartamento de Joe temprano el domingo por la noche y se
detendría en la casa de Danny antes de ir a la suya.
O Danny aceptaba mejorar las condiciones de trabajo inmediatamente, o _____
llamaría a su padre por teléfono hasta el barco mismo que tenía contacto telefónico con
tierra. Su llamada les estropearía las vacaciones a sus padres, pero eso no era
importante comparado con la seguridad de los hombres que trabajaban para
Construcciones Johnson... en particular la seguridad del hombre que se encontraba
sentado junto a ella en el Corvette.
Comprendió que la mayor parte de las violaciones de seguridad eran menores, y tal vez el
trabajo podría ser terminado sin que alguien quedara inválido o se matara. Hasta
entonces los hombres, incluyendo a Joe, estaban dispuestos a correr ese riesgo
calculado. Pero _____, la hija del hombre responsable de esos riesgos, no lo
estaba.
Cerró despacio la carpeta que contenía los papeles de Joe.
-Supongo que tienes razón -dijo-. No puedo esperar que tú te lances contra
ellos en estos momentos.
-Sí, y cuando esté convencido de que es necesario, lo haré. Hasta ahora el
peligro sólo ha sido relativo.
_____ apretó los dientes, para no decir que aún un peligro relativo era una humillación,
una acusación en contra de aquellos a quienes ella quería.
-Me alegro de que seas tan precavido.
-Lo sé -Joe se detuvo-. No has... dicho nada acerca de las notas. Supongo
que son detestables, ¿verdad?
-Oh, Joe, nada de eso... todo lo contrario -declaró, arrepentida de haberse
permitido olvidar que estaba esperando su evaluación-. Este material maravilloso, casi tal
como está; pero con un poco edición y refinamiento, con cierta dirección narrativa, creo que
tienes aquí algo realmente digno de ser publicado.
-¿Tú crees?
-Claro que lo creo -vio cómo el brillo de esperanza y orgullo cobraba fuerza en
su expresión-. A pesar de la escritura, la señora Pembroke se sentiría de ti.
Por fin su sonrisa se abrió paso y él extendió los brazos dentro de los limites del
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asiento y la tomó en ellos mejor que pudo dadas las circunstancias.
-Gracias por decirme eso. Significa mucho para mí.
-No lo estoy diciendo por decir, Joe. Tú tienes una gran facilidad con el lenguaje.
Me imagino que la adquiriste de tanto leer. Estas notas constituirían un gran libro, o tal
vez más de uno. Puedes dedicarte a escribir novelas, o documentos, como prefieras.
-A mí me parece una locura que hablemos así, como si realmente pudiera
hacerlo.
-Claro que vas a hacerlo -manifestó _____ con deliberada seguridad-. Hay
demasiado en juego para que no lo hagas.
Él frunció el ceño.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Joe, tú naciste para hacer esto. A través de lo que escribes, la gente que nunca ha caminado veinte
pisos por encima del suelo, en estrechas vigas, comprenderá un poco lo que eso significa.
Apreciarán mejor el trabajo que tú y otros realizáis.
-Lo dices como si fuera una tarea noble por mi parte. Pero lo escribí como diversión.
-¿No te das cuenta? ¡Eso es lo bueno! ¿Qué más puedes desear que divertirte
haciendo algo, ganar dinero con eso y contribuir al reconocimiento de tu oficio, todo al
mismo tiempo?
Joe se echó a reír, pero había una alegría, una excitada calidad en su risa, que le
reveló que podría considerar la idea.
-Te diré lo que más deseo en este momento -dijo, sonriendo y bajando la mirada
hacia ella, que seguía en sus brazos. Me gustaría salir de este apretado asiento e iniciar el
fin de semana que hemos planeado.
-Éste no es el lugar más cómodo en el que hemos estado, ¿verdad? Vamos adentro
-aceptó ella, zafándose de sus brazos-. Yo abriré la puerta, y tú trae los
comestibles.
-Te seguiré en un minuto.
Momentos más tarde habían descargado el automóvil. Llevaron a la casa dos maletas
pequeñas y los comestibles que habían comprado juntos antes de salir de la ciudad.
Joe aceptó dejar la organización de la cocina en manos de _____ por el momento, y
exploró el piso inferior de la casa, mientras ella guardaba la comida perecedera en el
frigorífico.
-Vaya casa tan estupenda que tienen tus amigos -comentó Joe, examinando la
televisión, el vídeo y el aparato de sonido estereofónico instalado en la pared, junto a
una gran chimenea de piedra-. ¿Llamarán a esto vivir en una agreste montaña, en
plan primitivo?
-Es un lugar agradable -reconoció _____. Ella estaba tan acostumbrada al lugar
que lo veía con una perspectiva muy diferente a la de Joe. A ella le parecía muy
natural la elegante sala con sus sofás cubiertos de cuero, los dos dormitorios que había
en la parte de atrás, cada uno con su baño privado, y el dormitorio principal, en el
recodo que daba hacia la sala. Unas puertas plegables aislaban el dormitorio, cuando
los ocupantes deseaban intimidad; pero como ellos dos estarían solos en la casa, las
puertas no serían necesarias y podrían disfrutar del diseño abierto de la casa.
El lugar era de familiar para _____... casi demsiado familiar, comprendió despues de
haberle hecho la invitación a Joe. Durante la semana había hecho un rápido viaje a la
casa para quitar las fotos familiares, las revistas con el nombre de su padre en la fajilla
de suscriptor.
Pronto tendría que decirle la verdad, lo sabía muy bien, pero pospondría ese día tanto
como le fuera posible. Ahora que estaba decidida a enfrentarse a Danny, necesitaba
más que nunca ocultar a Joe su identidad... por lo menos hasta que las condiciones en
el trabajo hubieran mejorado. Si sus esfuerzos en ese sentido tenían resultado, tal vez
habría la posibilidad de que Joe y su familia llegaran a entenderse, en el curso del
tiempo, sobre todo si Joe pensaba que Danny había mejorado las cosas
voluntariamente.
-Supongo que alguien aquí fuma en pipa -comentó Joe, mirando un anaquel
con una colección de pipas Meersschaums, y una lata con tabaco Borkum Riff.
-Sí, supongo que sí -contestó _____ en tono casual, aunque experimentó un
momento de pánico. Las pipas y el tabaco pertenecían a su padre, pero a ella no se le
ocurrió quitarlas de allí. ¿Recordaría Joe que el dueño de Construcciones Johnson
fumaba en pipa?
Entonces suspiró y se reprochó a sí misma su innecesaria paranoia. Muchos
hombres fumaban en pipa y usaban esa marca de tabaco.
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-¿Tienes hambre? -gritó a Joe, mientras guardaba los últimos comestibles.
-No -Joe se apoyó en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos
cruzados. Tenía la mirada fija en ella.
De vez en cuando, cuando _____ lo miraba, contenía la respiración. Aquélla era una
de esas ocasiones.
-¿Estás seguro de que no quieres comer? -preguntó ella. Los latidos de su
corazón le decían que pronto estaría haciendo el amor con Joe Jonas.
Él negó con la cabeza, antes de mirar hacia el dormitorio que había encima de la
sala.
-¿Has dormido ahí arriba alguna vez?
-Sí.
-¿Has hecho el amor ahí arriba alguna vez?
-No.
-Me gustaría cambiar eso -fue hacia ella-. Ahora mismo -sin advertencia alguna, la
levantó en brazos y se dirigió hacia la escalera de madera.
-Oye -dijo ella, riéndose-, ¿qué te imaginas que estás haciendo... llevándome
así, como un saco de patatas?
Él acomodó el peso de ella mientras empezaba a subir.
-¡Eres un hermoso saco de patatas! -murmuró, recorriéndola amorosamente con la
mirada-. Tienes protuberancias en todos los lugares adecuados.
-¡Qué poético!
La fuerza de los brazos que la sostenían con tanta facilidad crearon un calor lánguido que
la hizo sentirse abandonada al deseo.
-Browniñg se sentiría celoso -dijo, cuando llegaron al dormitorio y caminaron
hacia una inmensa cama cubierta con una colcha a rayas, imitando la piel de una
cebra.
-¿De tu lenguaje?
-No -la acomodó contra la colcha y empezó a quitarse la ropa-. De la
oportunidad de hacerte el amor.
Joe estaba completamente excitado y _____ disfrutó del banquete visual que
proporcionaba con la ágil fuerza de su cuerpo, al acercarse a la cama.
-Te amo -murmuró ella.
-Y yo a ti -él le quitó los zapatos y apoyó la cadera en la cama mientras le
desabrochaba la blusa-. No tienes idea de cuánto... -se detuvo y miró sorprendido cómo la
blusa abierta revelaba sus senos desnudos.
-Dejé el sujetador en casa -dijo ella en voz baja.
-Huum, qué buena idea -murmuró él, inclinándose para frotar la nariz contra los
sonrosados pezones-. Podías haber dejado toda tu ropa en casa, pensándolo bien.
-Yo pensé... -_____ se detuvo para recobrar el aliento cuando él tomó sus senos con
ambas manos. Sus fuertes dedos acariciaron la piel, mientras chupaba los pezones, que
parecían levantarse hacia la caricia de su boca-. Pensé que habíamos planeado... dar
paseos por los bosques -musitó con voz débil.
-Tal vez no tengamos tiempo -continuó mordisqueándole los senos, mientras sus manos
se ocupaban de quitarle el resto de la ropa. Cuando terminó, dejó de besarla y se incorporó.
Su poderoso pecho subía y bajaba con la rápida respiración provocada por la pasión; pero él
parecía decidido a contenerla-. Sólo dame un minuto para apreciar esto -dijo.
Ella levantó la mirada hacia él, sin comprender.
-No puedes imaginarte la belleza -continuó- del espectáculo que ofreces ahí,
recostada en esa piel en blanco y negro, con tu cabello de ébano extendido a los lados. Y
mirar esos ojos azules... hay algo indómito, algo... -movió la cabeza de un lado a otromás
allá de las palabras -terminó, en tono ronco.
-Me siento indómita -admitió ella, deslizando la mano por el muslo de él-. Por primera
vez estamos realmente solos. Podemos hacer lo que queramos...
Lo excitó todavía más con un contacto ligero como una pluma sobre la piel puesta en
tensión por su necesidad.
Joe cerró los ojos.
-Otra vez -murmuró.
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En lugar de obedecerlo, ella cambió de postura y lo besó ahí, con su cabello cayendo
sobre los muslos de él.
-_____... -introdujo los dedos en su pelo y gimió cuando ella tomó posesión de él.
Su aislamiento liberó las inhibiciones de _____ y ella se resistió cuando él trató de
retirarla. Rápidamente, por sus exclamaciones ahogadas y sus muslos temblorosos,
comprendió que el momento de irresolución había pasado y que él se había entregado a la
seducción de sus labios y su lengua. Ella disfrutó con intensidad del grito de liberación de él.
Por fin, Joe la levantó para besarla.
-Oh, mi amor -suspiró y la retiró para mirarla a los ojos-. Mi dulce amor.
Ella sonrió, deleitándose con su ternura.
-Hay una cosa mala en esa fantástica experiencia -la recostó de nuevo sobre la
colcha-. Tú no has participado.
Ella acarició su mejilla.
-Yo puedo esperar -dijo en tono suave, aunque la sensual fricción de la piel contra su
cuerpo la hizo preguntarse cuánto tiempo.
-Tal vez puedas hacerlo -murmuró él, con un beso sugestivo, mientras su mano se
deslizaba entre los muslos de ella-. Pero no vas a tener que hacerlo.
Pasaron la mayor parte de la tarde abandonándose a la atmósfera erótica que
habían creado. Por fin decidieron dar un paseo antes de cenar, pero antes que
anocheciera habían vuelto y estaban uno en brazos del otro, haciendo el amor en el
sofá de la sala. Mucho más tarde volvieron a la cama de arriba, esa vez para dormir
acurrucados como el antiguo símbolo oriental del yin y el yang, el hombre y la mujer.
Joe se despertó antes del amanecer, un hábito que no podía romper nunca, pensó,
mirando hacia el techo de vigas y recordando dónde estaba. Habían dejado una
ventana abierta y el aire oloroso a pino parecía llamarlo. Uno de los alicientes de su
trabajo era el placer de despertar temprano.
Volvió la cabeza para mirar a _____, con sus mágicos ojos azules cerrados por el
sueño. Ella no se despertaba tan temprano como él. No importaba. Nada importaba,
sino la maravilla de haber encontrado a aquella mujer cálida e inteligente, cuya
belleza física era igualada por su naturaleza amorosa.
Gracias a _____, su mundo parecía uno de esos libros infantiles que al abrir cada
página ofrecía la sorpresa de una escena en tercera dimensión, llena de colorido. Él había
empezado ya a pensar seriamente en una carrera como escritor, aunque no estaba
dispuesto a permitir que _____ lo mantuviera. Renunciaría a parte del tiempo que
dedicaba a leer por las noches y empezaría a escribir el libro. Tal vez para Navidad
tuviera ya algo digno de ser sometido a un editor. Para cuando Curt se licenciara en
junio, tendría ya una idea sobre las posibilidades de publicarlo.
Demasiado inquieto para dormir y no queriendo despertar a _____, Joe se levantó y
se puso la ropa. Abajo le dejó una nota explicando que había salido a pasear y
volvería pronto.
Los pinos húmedos de rocío olían a Navidad. Joe suponía que si uno vivía algún tiempo
en las montañas, perdería esa asociación mental, pero en el desierto una fragancia tan
fuerte como ésa se producía sólo una vez al año, en los lotes que vendían árboles de
Navidad.
Lo invadía una oleada de alegría festiva. El amor de _____ era el mejor regalo que
había recibido nunca. Cuando descendió los escalones de la terraza de madera y
siguió un camino que ascendía una pequeña ladera, detrás de la casa, Joe imaginó
una mañana de Navidad en el futuro, con un tren de juguete corriendo alrededor
del árbol y un par de chiquillos moviendo los controles, mientras él y _____ estaban
acurrucados junto al fuego, viéndolos jugar.
Joe se detuvo en su recorrido cuando una ardilla cruzó veloz el sendero, frente a
él, y subió por el tronco de un árbol.
-Buenos días -dijo Joe a la ardilla. El animal se colgó de una rama del árbol y
miró por encima de su hombro, con tan humana sorpresa, que Joe se echó a reír.
Asustada, la ardilla subió corriendo todavía más y quedó encaramada en una rama
alta, desde donde parloteó con indignación.
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Detrás de él un perro ladró. Joe se volvió y se encontró frente a un hombre
delgado, de pelo blanco que sostenía una tensa correa al final de la cual había un
sabueso pequeño, que se movía con inquietud
-A Snoopy le encanta perseguir a las ardillas -dijo el hombre a modo de
explicación-. Por eso tengo que traerlo con correa, o se lanzaría a corretear por toda
la montaña y se perdería -el hombre tiró un poco de la correa y ordenó al perro que se
sentara, cosa que el perro no hizo-. Hace una hermosa mañana -añadió el hombre,
mientras el perro daba paqueños saltos a sus pies.
-Sí, muy hermosa -reconoció Joe, lamentando un poco que hubieran interrumpido
su idílico ensueño.
-¿Está usted hospedado en la casa de los Johnson?
-No sé -contestó Joe y entonces decidió que ésa era una respuesta tonta-.
Quiero decir, la casa pertenece a unos amigos de mi... -titubeó y continuó con
atrevimiento- de mi novia. No le he preguntado el nombre de los dueños.
-Bueno, pues es la casa de los Johnson -dijo el hombre, señalando en dirección
a la casa que había detrás de ellos-. Los he visto un par de veces. Es gente muy
amable.
-Me lo imagino. Fueron lo bastante generosos como para prestarnos su casa
este fin de semana -Joe se asombró por la coincidencia de que los amigos de
_____ tuvieran el mismo apellido que ella-. Por cierto, ¿qué edad calcula usted que
deben tener los Johnson? -preguntó cuando una sospecha empezó a introducirse
en su mente.
-Oh, casi sesenta años, tal vez, o un poco más de sesenta. Timen un par de
hijos mayores, creo, aunque no sé mucho de ellos. La verdad es que la gente viene
aquí en busca de intimidad, así que procuramos no entrometernos en la vida de nadie, a
menos que haya algún problema.
-Claro, lo entiendo.
La sospecha de Joe aumentó. Si los padres de _____ eran los dueños de la casa,
hubiera querido que ella se lo dijera, en lugar de insinuar que pertenecía a amigos
suyos. Pero cuanto más pensaba en la familiaridad que ella mostraba respecto al lugar, más
convencido se sentía que pertenecía a sus padres, que no aprobaban su relación con él.
El perro tiró con fuerza de la correa, haciendo que el hombre casi perdiera el equilibrio.
-Supongo que debo seguir paseando, con su permiso -dijo, irguiéndose de
nuevo.
-Por supuesto -Joe se retiró a un lado para dejar pasar al hombre y su
perro.
-Que disfrute de su estancia -dijo el hombre, mirando hacia atrás una vez
más, antes de que el perro tirara de él hacia delante.
-Lo haré -Joe siguió con la mirada al perro y al hombre, deseando no haberlos
encontrado nunca. Le pareció que una vez más _____ había disfrazado la verdad,
probablemente ante sus padres, igual que ante él, dudaba que ellos conocieran la
identidad del invitado que _____ había llevado ese fin de semana. Unos momentos
antes Joe se había sentido parte del refrescante escenario de la montaña, que lo rodeaba;
ahora se sentía como un invasor.
Con un suspiro retrocedió sobre sus pasos, para volver por el sendero hacía la
casa donde dormía _____. Habían disfruto tanto en las últimas veinticuatro horas,
que el dolor se hizo dos veces más agudo cuando comprendió que nada de eso
habría sucedido, sin el engaño de _____. Si ella le hubiera dicho la verdad sobre la
casa, él no habría aceptado quedarse en ella sin antes conocer a sus padres y aclarar
las cosas sobre su relación con su hija. Abrió la puerta y subió con pasos cansados la
escalera hacia el dormitorio.
En la alborotada cama, _____ se movió bajo la colcha y abrió los ojos. Sonrió,
pero su sonrisa desapareció cuando vio la expresión de él.
-¿Qué pasa?
-Tus padres son los dueños de esta casa, ¿verdad? -preguntó y supo la
respuesta inmediatamente, por el temor que apareció en los ojos de ella-.
-¿Por qué no me lo dijiste?
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Ella no contestó, pero su garganta se movió cuando tragó saliva convulsivamente.
-¿Tuviste que inventar alguna historia sobre la persona a quien ibas a traer aquí?
Es evidente que no les dijiste la verdad.
-Yo... no les dije nada -ella desvió la mirada por un momento-. Ellos están
realizando un crucero.
-Es cierto. Lo había olvidado. Así que ellos no tienen por qué saber que su hija
trajo a ese maldito obrero a la casa de la familia.
Joe sintió el estómago revuelto.
Ella se incorporó sobre un codo y la colcha cayó, dejando al descubierto un seno de
alabastro:
-Joe, por favor.
Él cerró los ojos. Aunque ella había hecho algo incorrecto, todavía la amaba, todavía
la deseaba.
-Sólo hubiera querido que hubieras sido sincera conmigo -dijo, bajando la mirada
hacia ella. Trató de entender la expresión de su rostro, pero o lo logró.
-No habrías querido venir a pasar el fin de semana aquí si lo hubieras sabido.
-Probablemente no.
Ella extendió un brazo y tomó la mano de él.
-Yo lo sabía y sabía también que podíamos pasar unos días maravillosos aquí.
-Me siento como un ladrón, viniendo aquí sin autorización de tus padres, mientras
ellos están fuera del país -Joe trató de conservar su justa indignación, pero la súplica
de comprensión que había en los ojos azules de ella, el calor de su contacto, la
tentación de su cuerpo que lo esperaba bajo la colcha, conspiraron contra su
sentimiento de corrección-. ¡Caramba, _____, este tipo de engaño no es mi estilo!
-Lo sé -ella se enfrentó a la mirada de él con muda imploración-. Por favor,
perdóname.
-Cuando tus padres vuelvan a casa, quiero conocerlos. No me importa lo ricos
que sean, o lo bien educados, o cuánto detesten a los trabajadores de la
construcción. Pero no puedo permitir este tipo de engaños por más tiempo.
El temor apareció una vez más en los ojos de ella, pero logró dominarlo.
-Está bien -dijo, aunque su tono era trémulo-. Muy bien, los conocerás.
-Bueno.
Ella lo miró fijamente, con su mano todavía en la suya.
-¿Te sentirías mejor ahora si volviéramos a casa?
Él se quedó de pie frente a ella, indeciso entre el deseo que crecía en él al
imaginarla tendida bajo su cuerpo una vez más, y el principio de rechazar algo, ósea
esa casa, que no tenía derecho a disfrutar. Lentamente, ella abrió la ropa de

cama. Sin decir nada, él soltó su mano y empezó a desabrocharse la camisa.