Capítulo 14
SE
dirigieron hacia la carretera que conducía al Monte Lemmon muy temprano, la
mañana
del siguiente sábado, en el Corvette de _____. Joe conducía, así que _____ pudo
comenzar
a leer las notas que Joe había llevado casi contra su voluntad. Una vez más
hizo
prometer
a _____ que seria brutalmente sincera en su evaluación.
Mientras
conducía, se volvía a mirarla con frecuencia, lleno de ansiedad.
-Vas
a tener problemas para leer esos garabatos -dijo-. La señora Pembroke solia
quejarse
mucho de mi letra.
Ella
levantó la mirada y sonrió.
-No
estoy teniendo ninguna dificultad para entenderla.
-Dudo
mucho que las páginas estén en orden --dijo él más adelante, interrumpiéndola
de
nuevo.
-Joe,
las páginas están en orden meticuloso. No seas tan nervioso. Estoy disfrutando
de
esto. Es como si tuviera la oportunidad de leer tu diario. Estoy realmente
empezando a
conocerte.
-Sensacional.
Un diario como el que llevan las jovencitas, ¿no?
-No,
eso no es verdad. No puedes pensar así, después de todo lo que has leído. Sin
el
diario
de Samuel Pepy's, no sabríamos tanto sobre cómo era el Londres de su tiempo.
Así
que
cállate y déjame leer.
-Nunca
pensé que seria tan duro dejar que alguien leyera lo que he escrito.
-Pues
creo que será mejor que te vayas acostumbrando a ello-dijo y continuó leyendo.
Su
relato de la vida de un trabajador del hierro era increíble, pensó, pero no iba
a
hacer
ninguna declaración final hasta que hubiera terminado. Las notas eran casi lo
bastante
buenas como para publicarse tal como estaban. Sin embargo, mejorarían
puliéndolas
un poco. Ella tendría que advertirle, sin embargo, que tratara de retener la
vitalidad,
al mismo tiempo que hacía una narración más concisa.
Ella
ya estaba pensando en términos de trabajar juntos en el manuscrito... él como
autor
y ella como editora preliminar. Habría querido sugerir eso, aun si Joe y ella
hubieran
sido sólo amigos. El hecho de que fueran más que amigos hacía la perspectiva
todavía
más emocionante.
De
forma vaga comprendió que el Corvette había salido del desierto y estaban
subiendo
gradualmente a través de las zonas de vegetación, por la carretera que
conducía
a la cima de la montaña, a tres mil metros de altura. El recorrido no era nuevo
para
ella; lo había hecho muchas veces con su familia, así que permaneció absorta en
la
lectura.
Partes
de la narración hicieron que su estómago se contrajera de miedo cuando Joe
describió
casos en que él o sus amigos habían estado cerca de la muerte. Su descripción
de
cómo Mando le salvó la vida requirió su completa atención.
Cuando
el Corvette se acercó a la pequeña comunidad de Summerhaven, en lo
alto
de la montaña, Joe interrumpió la lectura de _____ para pedirle instrucciones.
Ella
se las proporcionó con rapidez y volvió inmediatamente a la lectura del diario
de
él.
El relato había tomado un curso diferente, un curso que hizo que la boca se le
secara
de temor. Joe estaba describiendo su actual trabajo para Construcciones
Johnson.
-¿Es
este el lugar? -preguntó Joe.
_____
levantó la mirada brevemente hacia el chalet de dos pisos parcialmente oculto
por
grandes pinos.
-Sí
-dijo y continuó leyendo-. Sigue el sendero aparca enfrente de la casa.
-Vaya
casita -murmuró Joe mientras conducía el coche por el estrecho y
polvoriento
sendero. Aparcó donde _____ le había dicho y se volvió hacia ella-.
Hemos
llegado -declaró de forma innecesaria.
Ella
levantó la mirada de los papeles que tenía en regazo.
-¿Es
cierto esto? -preguntó _____ señalando la hoja que estaba leyendo en ese
momento.
La expresión de él era interrogadora.
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-Parece
como si... -se detuvo para aclararse la garganta-. Parece como si esta
compañía
no estuviera particularmente preocupada por la seguridad de trabajadores -
logró
decir.
-No
lo están. Es un trabajo no sindicalizado, así que pueden aprovecharse de
nosotros
con más facilidad.
-¿Habías...
trabajado antes para esta compañía? Tus notas empiezan hace como
dos
años, pero tú llevas nueve años trabajando el hierro, ¿no?
-Así
es. Y sí, trabajé para Johnson hace poco de dos años, ahora que lo
mencionas.
-¿Eran
las mismas condiciones entonces?
-No,
realmente. Al menos, no noté que lo fueran. Las cosas han cambiado, sin
embargo,
y yo me imagino que el hijo es el responsable de eso.
-Joe,
debe hacerse algo respecto a esto -exclamó _____, sin poder contener su
indignación.
Él
sonrió.
-Primero
quieres que escriba un libro que probablemente no se venderá, y ahora quieres
que
acuse a Johnson ante las autoridades, lo que significaría que me quedaría sin
trabajo.
-No
podrían despedirte, si las acusaciones fueran ciertas.
La
mirada de Joe era tolerante.
-¿Y
en qué situación quedaría yo... trabajando para alguien a quien había
denunciado?
_____
se quedó mirándolo fijamente, por largo rato, mientras ordenaba sus
pensamientos.
Gradualmente el camino a seguir se hizo claro para ella. La persona
que
intervendría en el asunto sería ella. Deseó que su padre estuviera en la
ciudad, pero
debido
a que no estaba, tendría que ir a hablar directamente con Danny. Buscaría algún
pretexto
para salir del apartamento de Joe temprano el domingo por la noche y se
detendría
en la casa de Danny antes de ir a la suya.
O
Danny aceptaba mejorar las condiciones de trabajo inmediatamente, o _____
llamaría
a su padre por teléfono hasta el barco mismo que tenía contacto telefónico con
tierra.
Su llamada les estropearía las vacaciones a sus padres, pero eso no era
importante
comparado con la seguridad de los hombres que trabajaban para
Construcciones
Johnson... en particular la seguridad del hombre que se encontraba
sentado
junto a ella en el Corvette.
Comprendió
que la mayor parte de las violaciones de seguridad eran menores, y tal vez el
trabajo
podría ser terminado sin que alguien quedara inválido o se matara. Hasta
entonces
los hombres, incluyendo a Joe, estaban dispuestos a correr ese riesgo
calculado.
Pero _____, la hija del hombre responsable de esos riesgos, no lo
estaba.
Cerró
despacio la carpeta que contenía los papeles de Joe.
-Supongo
que tienes razón -dijo-. No puedo esperar que tú te lances contra
ellos
en estos momentos.
-Sí,
y cuando esté convencido de que es necesario, lo haré. Hasta ahora el
peligro
sólo ha sido relativo.
_____
apretó los dientes, para no decir que aún un peligro relativo era una
humillación,
una
acusación en contra de aquellos a quienes ella quería.
-Me
alegro de que seas tan precavido.
-Lo
sé -Joe se detuvo-. No has... dicho nada acerca de las notas. Supongo
que
son detestables, ¿verdad?
-Oh, Joe,
nada de eso... todo lo contrario -declaró, arrepentida de haberse
permitido
olvidar que estaba esperando su evaluación-. Este material maravilloso, casi
tal
como
está; pero con un poco edición y refinamiento, con cierta dirección narrativa,
creo que
tienes
aquí algo realmente digno de ser publicado.
-¿Tú
crees?
-Claro
que lo creo -vio cómo el brillo de esperanza y orgullo cobraba fuerza en
su
expresión-. A pesar de la escritura, la señora Pembroke se sentiría de ti.
Por
fin su sonrisa se abrió paso y él extendió los brazos dentro de los limites del
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asiento
y la tomó en ellos mejor que pudo dadas las circunstancias.
-Gracias
por decirme eso. Significa mucho para mí.
-No
lo estoy diciendo por decir, Joe. Tú tienes una gran facilidad con el lenguaje.
Me
imagino que la adquiriste de tanto leer. Estas notas constituirían un gran
libro, o tal
vez más
de uno. Puedes dedicarte a escribir novelas, o documentos, como prefieras.
-A mí
me parece una locura que hablemos así, como si realmente pudiera
hacerlo.
-Claro
que vas a hacerlo -manifestó _____ con deliberada seguridad-. Hay
demasiado
en juego para que no lo hagas.
Él
frunció el ceño.
-¿Qué
quieres decir con eso?
-Joe, tú naciste para hacer esto. A través de lo que
escribes, la gente que nunca ha caminado veinte
pisos por encima del suelo, en estrechas vigas,
comprenderá un poco lo que eso significa.
Apreciarán
mejor el trabajo que tú y otros realizáis.
-Lo
dices como si fuera una tarea noble por mi parte. Pero lo escribí como
diversión.
-¿No
te das cuenta? ¡Eso es lo bueno! ¿Qué más puedes desear que divertirte
haciendo
algo, ganar dinero con eso y contribuir al reconocimiento de tu oficio, todo al
mismo
tiempo?
Joe se
echó a reír, pero había una alegría, una excitada calidad en su risa, que le
reveló
que podría considerar la idea.
-Te
diré lo que más deseo en este momento -dijo, sonriendo y bajando la mirada
hacia
ella, que seguía en sus brazos. Me gustaría salir de este apretado asiento e
iniciar el
fin
de semana que hemos planeado.
-Éste
no es el lugar más cómodo en el que hemos estado, ¿verdad? Vamos adentro
-aceptó
ella, zafándose de sus brazos-. Yo abriré la puerta, y tú trae los
comestibles.
-Te
seguiré en un minuto.
Momentos
más tarde habían descargado el automóvil. Llevaron a la casa dos maletas
pequeñas
y los comestibles que habían comprado juntos antes de salir de la ciudad.
Joe aceptó
dejar la organización de la cocina en manos de _____ por el momento, y
exploró
el piso inferior de la casa, mientras ella guardaba la comida perecedera en el
frigorífico.
-Vaya
casa tan estupenda que tienen tus amigos -comentó Joe, examinando la
televisión,
el vídeo y el aparato de sonido estereofónico instalado en la pared, junto a
una
gran chimenea de piedra-. ¿Llamarán a esto vivir en una agreste montaña, en
plan
primitivo?
-Es
un lugar agradable -reconoció _____. Ella estaba tan acostumbrada al lugar
que
lo veía con una perspectiva muy diferente a la de Joe. A ella le parecía muy
natural
la elegante sala con sus sofás cubiertos de cuero, los dos dormitorios que
había
en la
parte de atrás, cada uno con su baño privado, y el dormitorio principal, en el
recodo
que daba hacia la sala. Unas puertas plegables aislaban el dormitorio, cuando
los
ocupantes deseaban intimidad; pero como ellos dos estarían solos en la casa,
las
puertas
no serían necesarias y podrían disfrutar del diseño abierto de la casa.
El
lugar era de familiar para _____... casi demsiado familiar, comprendió despues
de
haberle
hecho la invitación a Joe. Durante la semana había hecho un rápido viaje a la
casa
para quitar las fotos familiares, las revistas con el nombre de su padre en la
fajilla
de
suscriptor.
Pronto
tendría que decirle la verdad, lo sabía muy bien, pero pospondría ese día tanto
como
le fuera posible. Ahora que estaba decidida a enfrentarse a Danny, necesitaba
más
que nunca ocultar a Joe su identidad... por lo menos hasta que las condiciones
en
el
trabajo hubieran mejorado. Si sus esfuerzos en ese sentido tenían resultado,
tal vez
habría
la posibilidad de que Joe y su familia llegaran a entenderse, en el curso del
tiempo,
sobre todo si Joe pensaba que Danny había mejorado las cosas
voluntariamente.
-Supongo
que alguien aquí fuma en pipa -comentó Joe, mirando un anaquel
con
una colección de pipas Meersschaums, y una lata con tabaco Borkum Riff.
-Sí,
supongo que sí -contestó _____ en tono casual, aunque experimentó un
momento
de pánico. Las pipas y el tabaco pertenecían a su padre, pero a ella no se le
ocurrió
quitarlas de allí. ¿Recordaría Joe que el dueño de Construcciones Johnson
fumaba
en pipa?
Entonces
suspiró y se reprochó a sí misma su innecesaria paranoia. Muchos
hombres
fumaban en pipa y usaban esa marca de tabaco.
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-¿Tienes
hambre? -gritó a Joe, mientras guardaba los últimos comestibles.
-No -Joe
se apoyó en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos
cruzados.
Tenía la mirada fija en ella.
De
vez en cuando, cuando _____ lo miraba, contenía la respiración. Aquélla era una
de
esas ocasiones.
-¿Estás
seguro de que no quieres comer? -preguntó ella. Los latidos de su
corazón
le decían que pronto estaría haciendo el amor con Joe Jonas.
Él
negó con la cabeza, antes de mirar hacia el dormitorio que había encima de la
sala.
-¿Has
dormido ahí arriba alguna vez?
-Sí.
-¿Has
hecho el amor ahí arriba alguna vez?
-No.
-Me
gustaría cambiar eso -fue hacia ella-. Ahora mismo -sin advertencia alguna, la
levantó
en brazos y se dirigió hacia la escalera de madera.
-Oye
-dijo ella, riéndose-, ¿qué te imaginas que estás haciendo... llevándome
así,
como un saco de patatas?
Él
acomodó el peso de ella mientras empezaba a subir.
-¡Eres
un hermoso saco de patatas! -murmuró, recorriéndola amorosamente con la
mirada-.
Tienes protuberancias en todos los lugares adecuados.
-¡Qué
poético!
La
fuerza de los brazos que la sostenían con tanta facilidad crearon un calor
lánguido que
la
hizo sentirse abandonada al deseo.
-Browniñg
se sentiría celoso -dijo, cuando llegaron al dormitorio y caminaron
hacia
una inmensa cama cubierta con una colcha a rayas, imitando la piel de una
cebra.
-¿De
tu lenguaje?
-No
-la acomodó contra la colcha y empezó a quitarse la ropa-. De la
oportunidad
de hacerte el amor.
Joe estaba
completamente excitado y _____ disfrutó del banquete visual que
proporcionaba
con la ágil fuerza de su cuerpo, al acercarse a la cama.
-Te
amo -murmuró ella.
-Y yo
a ti -él le quitó los zapatos y apoyó la cadera en la cama mientras le
desabrochaba
la blusa-. No tienes idea de cuánto... -se detuvo y miró sorprendido cómo la
blusa
abierta revelaba sus senos desnudos.
-Dejé
el sujetador en casa -dijo ella en voz baja.
-Huum,
qué buena idea -murmuró él, inclinándose para frotar la nariz contra los
sonrosados
pezones-. Podías haber dejado toda tu ropa en casa, pensándolo bien.
-Yo
pensé... -_____ se detuvo para recobrar el aliento cuando él tomó sus senos con
ambas
manos. Sus fuertes dedos acariciaron la piel, mientras chupaba los pezones, que
parecían
levantarse hacia la caricia de su boca-. Pensé que habíamos planeado... dar
paseos
por los bosques -musitó con voz débil.
-Tal
vez no tengamos tiempo -continuó mordisqueándole los senos, mientras sus manos
se
ocupaban de quitarle el resto de la ropa. Cuando terminó, dejó de besarla y se
incorporó.
Su
poderoso pecho subía y bajaba con la rápida respiración provocada por la
pasión; pero él
parecía
decidido a contenerla-. Sólo dame un minuto para apreciar esto -dijo.
Ella
levantó la mirada hacia él, sin comprender.
-No
puedes imaginarte la belleza -continuó- del espectáculo que ofreces ahí,
recostada
en esa piel en blanco y negro, con tu cabello de ébano extendido a los lados. Y
mirar
esos ojos azules... hay algo indómito, algo... -movió la cabeza de un lado a
otromás
allá
de las palabras -terminó, en tono ronco.
-Me
siento indómita -admitió ella, deslizando la mano por el muslo de él-. Por
primera
vez
estamos realmente solos. Podemos hacer lo que queramos...
Lo
excitó todavía más con un contacto ligero como una pluma sobre la piel puesta
en
tensión
por su necesidad.
Joe cerró
los ojos.
-Otra
vez -murmuró.
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En
lugar de obedecerlo, ella cambió de postura y lo besó ahí, con su cabello
cayendo
sobre
los muslos de él.
-_____...
-introdujo los dedos en su pelo y gimió cuando ella tomó posesión de él.
Su
aislamiento liberó las inhibiciones de _____ y ella se resistió cuando él trató
de
retirarla.
Rápidamente, por sus exclamaciones ahogadas y sus muslos temblorosos,
comprendió
que el momento de irresolución había pasado y que él se había entregado a la
seducción
de sus labios y su lengua. Ella disfrutó con intensidad del grito de liberación
de él.
Por
fin, Joe la levantó para besarla.
-Oh,
mi amor -suspiró y la retiró para mirarla a los ojos-. Mi dulce amor.
Ella
sonrió, deleitándose con su ternura.
-Hay
una cosa mala en esa fantástica experiencia -la recostó de nuevo sobre la
colcha-.
Tú no has participado.
Ella
acarició su mejilla.
-Yo
puedo esperar -dijo en tono suave, aunque la sensual fricción de la piel contra
su
cuerpo
la hizo preguntarse cuánto tiempo.
-Tal
vez puedas hacerlo -murmuró él, con un beso sugestivo, mientras su mano se
deslizaba
entre los muslos de ella-. Pero no vas a tener que hacerlo.
Pasaron
la mayor parte de la tarde abandonándose a la atmósfera erótica que
habían
creado. Por fin decidieron dar un paseo antes de cenar, pero antes que
anocheciera
habían vuelto y estaban uno en brazos del otro, haciendo el amor en el
sofá
de la sala. Mucho más tarde volvieron a la cama de arriba, esa vez para dormir
acurrucados
como el antiguo símbolo oriental del yin y el yang, el hombre y la mujer.
Joe se
despertó antes del amanecer, un hábito que no podía romper nunca, pensó,
mirando
hacia el techo de vigas y recordando dónde estaba. Habían dejado una
ventana
abierta y el aire oloroso a pino parecía llamarlo. Uno de los alicientes de su
trabajo
era el placer de despertar temprano.
Volvió
la cabeza para mirar a _____, con sus mágicos ojos azules cerrados por el
sueño.
Ella no se despertaba tan temprano como él. No importaba. Nada importaba,
sino
la maravilla de haber encontrado a aquella mujer cálida e inteligente, cuya
belleza
física era igualada por su naturaleza amorosa.
Gracias
a _____, su mundo parecía uno de esos libros infantiles que al abrir cada
página
ofrecía la sorpresa de una escena en tercera dimensión, llena de colorido. Él
había
empezado
ya a pensar seriamente en una carrera como escritor, aunque no estaba
dispuesto
a permitir que _____ lo mantuviera. Renunciaría a parte del tiempo que
dedicaba
a leer por las noches y empezaría a escribir el libro. Tal vez para Navidad
tuviera
ya algo digno de ser sometido a un editor. Para cuando Curt se licenciara en
junio,
tendría ya una idea sobre las posibilidades de publicarlo.
Demasiado
inquieto para dormir y no queriendo despertar a _____, Joe se levantó y
se
puso la ropa. Abajo le dejó una nota explicando que había salido a pasear y
volvería
pronto.
Los
pinos húmedos de rocío olían a Navidad. Joe suponía que si uno vivía algún
tiempo
en
las montañas, perdería esa asociación mental, pero en el desierto una fragancia
tan
fuerte
como ésa se producía sólo una vez al año, en los lotes que vendían árboles de
Navidad.
Lo
invadía una oleada de alegría festiva. El amor de _____ era el mejor regalo que
había
recibido nunca. Cuando descendió los escalones de la terraza de madera y
siguió
un camino que ascendía una pequeña ladera, detrás de la casa, Joe imaginó
una
mañana de Navidad en el futuro, con un tren de juguete corriendo alrededor
del
árbol y un par de chiquillos moviendo los controles, mientras él y _____
estaban
acurrucados
junto al fuego, viéndolos jugar.
Joe se
detuvo en su recorrido cuando una ardilla cruzó veloz el sendero, frente a
él, y
subió por el tronco de un árbol.
-Buenos
días -dijo Joe a la ardilla. El animal se colgó de una rama del árbol y
miró
por encima de su hombro, con tan humana sorpresa, que Joe se echó a reír.
Asustada,
la ardilla subió corriendo todavía más y quedó encaramada en una rama
alta,
desde donde parloteó con indignación.
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Detrás
de él un perro ladró. Joe se volvió y se encontró frente a un hombre
delgado,
de pelo blanco que sostenía una tensa correa al final de la cual había un
sabueso
pequeño, que se movía con inquietud
-A
Snoopy le encanta perseguir a las ardillas -dijo el hombre a modo de
explicación-.
Por eso tengo que traerlo con correa, o se lanzaría a corretear por toda
la
montaña y se perdería -el hombre tiró un poco de la correa y ordenó al perro
que se
sentara,
cosa que el perro no hizo-. Hace una hermosa mañana -añadió el hombre,
mientras
el perro daba paqueños saltos a sus pies.
-Sí,
muy hermosa -reconoció Joe, lamentando un poco que hubieran interrumpido
su
idílico ensueño.
-¿Está
usted hospedado en la casa de los Johnson?
-No
sé -contestó Joe y entonces decidió que ésa era una respuesta tonta-.
Quiero
decir, la casa pertenece a unos amigos de mi... -titubeó y continuó con
atrevimiento-
de mi novia. No le he preguntado el nombre de los dueños.
-Bueno,
pues es la casa de los Johnson -dijo el hombre, señalando en dirección
a la
casa que había detrás de ellos-. Los he visto un par de veces. Es gente muy
amable.
-Me
lo imagino. Fueron lo bastante generosos como para prestarnos su casa
este
fin de semana -Joe se asombró por la coincidencia de que los amigos de
_____
tuvieran el mismo apellido que ella-. Por cierto, ¿qué edad calcula usted que
deben
tener los Johnson? -preguntó cuando una sospecha empezó a introducirse
en su
mente.
-Oh,
casi sesenta años, tal vez, o un poco más de sesenta. Timen un par de
hijos
mayores, creo, aunque no sé mucho de ellos. La verdad es que la gente viene
aquí
en busca de intimidad, así que procuramos no entrometernos en la vida de nadie,
a
menos
que haya algún problema.
-Claro,
lo entiendo.
La
sospecha de Joe aumentó. Si los padres de _____ eran los dueños de la casa,
hubiera
querido que ella se lo dijera, en lugar de insinuar que pertenecía a amigos
suyos.
Pero cuanto más pensaba en la familiaridad que ella mostraba respecto al lugar,
más
convencido
se sentía que pertenecía a sus padres, que no aprobaban su relación con él.
El
perro tiró con fuerza de la correa, haciendo que el hombre casi perdiera el
equilibrio.
-Supongo
que debo seguir paseando, con su permiso -dijo, irguiéndose de
nuevo.
-Por
supuesto -Joe se retiró a un lado para dejar pasar al hombre y su
perro.
-Que disfrute
de su estancia -dijo el hombre, mirando hacia atrás una vez
más,
antes de que el perro tirara de él hacia delante.
-Lo
haré -Joe siguió con la mirada al perro y al hombre, deseando no haberlos
encontrado
nunca. Le pareció que una vez más _____ había disfrazado la verdad,
probablemente
ante sus padres, igual que ante él, dudaba que ellos conocieran la
identidad
del invitado que _____ había llevado ese fin de semana. Unos momentos
antes
Joe se había sentido parte del refrescante escenario de la montaña, que lo
rodeaba;
ahora
se sentía como un invasor.
Con
un suspiro retrocedió sobre sus pasos, para volver por el sendero hacía la
casa
donde dormía _____. Habían disfruto tanto en las últimas veinticuatro horas,
que
el dolor se hizo dos veces más agudo cuando comprendió que nada de eso
habría
sucedido, sin el engaño de _____. Si ella le hubiera dicho la verdad sobre la
casa,
él no habría aceptado quedarse en ella sin antes conocer a sus padres y aclarar
las
cosas sobre su relación con su hija. Abrió la puerta y subió con pasos cansados
la
escalera
hacia el dormitorio.
En la
alborotada cama, _____ se movió bajo la colcha y abrió los ojos. Sonrió,
pero
su sonrisa desapareció cuando vio la expresión de él.
-¿Qué
pasa?
-Tus
padres son los dueños de esta casa, ¿verdad? -preguntó y supo la
respuesta
inmediatamente, por el temor que apareció en los ojos de ella-.
-¿Por
qué no me lo dijiste?
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Ella
no contestó, pero su garganta se movió cuando tragó saliva convulsivamente.
-¿Tuviste
que inventar alguna historia sobre la persona a quien ibas a traer aquí?
Es
evidente que no les dijiste la verdad.
-Yo...
no les dije nada -ella desvió la mirada por un momento-. Ellos están
realizando
un crucero.
-Es
cierto. Lo había olvidado. Así que ellos no tienen por qué saber que su hija
trajo
a ese maldito obrero a la casa de la familia.
Joe sintió
el estómago revuelto.
Ella
se incorporó sobre un codo y la colcha cayó, dejando al descubierto un seno de
alabastro:
-Joe,
por favor.
Él
cerró los ojos. Aunque ella había hecho algo incorrecto, todavía la amaba,
todavía
la
deseaba.
-Sólo
hubiera querido que hubieras sido sincera conmigo -dijo, bajando la mirada
hacia
ella. Trató de entender la expresión de su rostro, pero o lo logró.
-No
habrías querido venir a pasar el fin de semana aquí si lo hubieras sabido.
-Probablemente
no.
Ella
extendió un brazo y tomó la mano de él.
-Yo
lo sabía y sabía también que podíamos pasar unos días maravillosos aquí.
-Me
siento como un ladrón, viniendo aquí sin autorización de tus padres, mientras
ellos
están fuera del país -Joe trató de conservar su justa indignación, pero la
súplica
de
comprensión que había en los ojos azules de ella, el calor de su contacto, la
tentación
de su cuerpo que lo esperaba bajo la colcha, conspiraron contra su
sentimiento
de corrección-. ¡Caramba, _____, este tipo de engaño no es mi estilo!
-Lo
sé -ella se enfrentó a la mirada de él con muda imploración-. Por favor,
perdóname.
-Cuando
tus padres vuelvan a casa, quiero conocerlos. No me importa lo ricos
que
sean, o lo bien educados, o cuánto detesten a los trabajadores de la
construcción.
Pero no puedo permitir este tipo de engaños por más tiempo.
El
temor apareció una vez más en los ojos de ella, pero logró dominarlo.
-Está
bien -dijo, aunque su tono era trémulo-. Muy bien, los conocerás.
-Bueno.
Ella
lo miró fijamente, con su mano todavía en la suya.
-¿Te
sentirías mejor ahora si volviéramos a casa?
Él se
quedó de pie frente a ella, indeciso entre el deseo que crecía en él al
imaginarla
tendida bajo su cuerpo una vez más, y el principio de rechazar algo, ósea
esa
casa, que no tenía derecho a disfrutar. Lentamente, ella abrió la ropa de
cama.
Sin decir nada, él soltó su mano y empezó a desabrocharse la camisa.