sábado, 22 de marzo de 2014

13 mundos

Capítulo 13
EL lunes _____ llevó todos sus textos escolares al bar y se los entregó a Mónica.
-¡Vaya, están en perfectas condiciones! -exclamó Mónica, hojeando un libro de álgebra,
cuando las dos estaban sentadas en la bodega durante un momento de descanso-. ¿Por
qué no los vendiste?
-No quise hacerlo.
-La mayor parte de los chicos con los que estudié tuvieron que venderlos. Necesitaban
el dinero.
-Yo tuve suerte -dijo _____, comprendiendo lo cierto que era eso-. Mis padres
sabían que a mí me encantaba el colegio y los libros eran una cosa muy especial para mí,
así que me dejaron quedarme con ellos.
-Ya me doy cuenta de que tus libros eran muy especiales para ti. No escribiste nada
en ellos, ni los maltrataste para nada -levantó la mirada del libro-. Yo también los
cuidaré -prometió-. No fumaré mientras los leo, y no dejaré que los niños se acerquen
siquiera a ellos.
-Eso no me preocupa, Mónica. Confío plenamente en ti. Además, deben usarse.
Han estado en mi librería, simplemente acumulando polvo.
-Bueno, yo los cuidaré muy bien de todas formas -Mónica levantó los libros de texto como si
estuviera manejando lingotes de oro-. Si me sustituyes, los iré a guardar bajo llave en mi coche
ahora mismo.
-Claro, yo te sustituiré –_____ sonrió y se dirigió de nuevo al bar. Necesitaba reunir más
información para su estudio, aunque su entusiasmo por él se había evaporado un poco.
Nada en su vida parecía tan importante en esos días como estar con Joe
Joe se había marchado media hora antes. Su presencia había llenado de excitación
para _____ aquel salón lleno de humo. Se preguntó si la vida habría sido más fácil si no
pudieran verse para nada hasta el viernes. Eran como espías, que robaban unos momentos
al tiempo para hablar, para comunicarse su amor con una mirada o un simple
roce. Ya no le cabía la menor duda: estaba loca, apasionadamente enamorada de
Joe Jonas.
Y, sin embargo, no podía simplemente abandonar los otros aspectos de su vida. El
estudio de los trabajadores del hierro había sido una buena idea, seguía siendo una
buena idea. La publicación de sus descubrimientos la ayudaría a ascender a una
posición mejor en la universidad, y ella quería esa seguridad ahora más que nunca,
para no convertirse en una carga financiera más para Joe.
El tomar notas era mucho más fácil, porque Mónica estaba al tanto de sus
investigaciones, y _____ podía anotar sus observaciones con tranquilidad. Mónica era
curiosa y con frecuencia se asomaba por encima del hombro de _____ mientras ella
escribía. A _____ no le importaba; recibía de buena gana los comentarios de su
compañera respecto a la estructura social que había en el bar.
-Todavía no acabo de creerme que me hayas prestado todos esos libros -dijo
Mónica tal vez por cuarta vez esa noche.
-Estás exagerando las cosas manifestó _____ sonriendo- No es nada del
otro mundo, de veras
83
-Claro que lo es y lo dije en serio cuando prometí convencer a Bailey de que te dé
un sábado libre de vez en cuando. ¿Qué te parece este fin de semana?
_____ se rió y negó con la cabeza.
-Gracias, pero creo que debemos empezar ya tu plan de estudios y el domingo
por la tarde es el momento de empezar. Además, Joe me invitó a cenar en casa
de su madre el domingo, así que no podríamos salir de la ciudad de todas formas.
-¿En casa de su madre, eh? -Mónica sonrió-. Bien por ti. ¿Y cuándo lo vas a
llevar a que lo conozcan tus padres?
La sonrisa de _____ desapareció y con ella se fue su expresión feliz.
Mónica frunció el ceño.
-Guau, ¿qué he dicho que apagó la luz del sol?
-Nada -_____ bajó la cabeza-. Hay algunos problemas con mis padres, eso
es todo.
-Ah. Siento mucho oír eso, _____. Eso sí que podría ser un serio obstáculo.
-Lo sé.
-Bueno, ¿qué te parece el siguiente fin de semana después del próximo,
entonces? -preguntó Mónica con expresión alegre en un evidente intento por cambiar
_____ sonrió a su amiga.
-Tal vez -dijo-. Déjame pensarlo.
-Hazlo, por favor.
Mientras la noche se acercaba a su fin, _____ pensó en la oferta de Mónica. Un fin
de semana con Joe le parecía una fantasía hecha realidad. Lo que le habría gustado
realmente era llevarlo a la casita que su familia tenía en Monte Lemmon. Sabía que a él le
encantaban las montañas y ellos dos podrían escapar del calor que abrumaba a Tucson
día tras día.
No tenía que decirle de quién era la casa; sólo que se la habían prestado para el fin de
semana. Con sus padres fuera del país por tres semanas, la única persona que podía
tener planes para usarla sería su hermano.
Al día siguiente, _____ continuó pensando en su idea. Cuanto más pensaba en
ella, más le gustaba. Soñaba con pasar el tiempo a solas con Joe, con hacer el amor
en la cama que había en la parte superior de la casa, con pasear de la mano de él por
los bosques de pinos, compartiendo la intimidad de una casa, sin la preocupación de
tener vecinos al otro lado de la pared. Esa noche llamó por teléfono a Danny, desde el
bar, y le avisó que necesitaba la casita el fin de semana siguiente al próximo.
Afortunadamente Danny no le preguntó por qué o para qué.
Mantuvo en secreto su plan para darle una sorpresa a Joe. Decidió no decirle nada
hasta el domingo por la noche, antes de salir de su apartamento. Todo el fin de semana,
la perspectiva de unas pequeñas vacaciones con él mantuvieron muy alegre su estado
de ánimo. El sábado nadaron en la amplia piscina que había en el complejo residencial
donde ella vivía e hicieron el amor hasta que _____ tuvo que irse a trabajar. El
domingo por la mañana comieron rosquillas y leyeron el periódico, antes de hacer el amor
de nuevo. Luego _____ se fue a casa de Mónica y se dirigió de allí al apartamento de
Joe, donde ambos subieron al viejo Pontiac de él para ir a la casa de su madre.
-Algo te traes entre manos -dijo Joe finalmente, mientras se dirigían a la casa bajo
el ardiente calor del desierto-. Tú preparas algo, _____. Puedo percibirlo.
Ella no contestó. Se limitó a dirigirle una mirada sonriente.
-¿Cuándo me lo vas a decir?
-Más tarde.
-Vamos, _____. Detesto las sorpresas.
-¿De verdad? -ella lo miró pensativa-. Yo creía que a todos les encantaban las
sorpresas.
-A mí no. No importa si son buenas o malas. Me gusta todo sobre la mesa, donde
pueda verlo.
-¡Vaya! -exclamó ella, tratando de dominar su inquietud-. ¿Quieres decir que no te
gustan siquiera en tu cumpleaños, o en Navidad?
Joe se rió.
84
-Sí. Solía ser motivo de bromas en mi casa, cuando era pequeño. Yo hacía una lista de
lo que quería. Mis padres me decían lo que podía comprar de la.lista, y eso era lo
que yo recibía, ni más ni menos.
-A mí me parece bastante crudo -dijo _____. Se le ocurrió la palabra «inflexible»,
también, pero no la dijo en voz alta-. ¿Y qué me dices de Santa Claus
-Tal vez todo empezó ahí. Me puse furioso cuando descubrí que era mi madre quien
compraba los regalos.
-Pero, ¿qué me dices de la belleza de la fantasía?
Él le apretó la mano.
-Eso lo tengo -dijo con suavidad-. Cuando hacemos el amor, creamos una
fantasía que es mucho más dulce que el resto de la vida. Ése es todo el escape de la
realidad que necesito.
-Tú lees libros -continuó ella, decidida a hacer algunos agujeros en la lógica de él,
más para su propio beneficio que para el de Joe-. Las novelas, por ejemplo. No son verdad.
-Las buenas lo son. No quiero decir que los personajes sean reales, pero las
emociones y las situaciones humanas lo son. Ésa es otra de las razones por las que
me gusta Browning. Era un apasionado defensor de la verdad.
«¡Oh, Dios!», pensó _____. El viento cálido entró por las ventanillas abiertas del
automóvil, muy parecido a la seca desolación que ella sentía al imaginar lo que
sucedería cuando Joe supiera la verdad sobre ella. Su única esperanza era construir un
amor tan sólido y fuerte que pudiera resistir la tormenta más tarde.
-Así que, para hacer más corta esta larga historia, quieres saber en qué consiste
mi sorpresa -declaró _____.
-Por favor.
-Muy bien. Mónica se siente terriblemente endeudada conmigo por los libros que
le presté y la ayuda que le estoy dando en sus estudios. Se ha ofrecido a hacer mi
trabajo el próximo sábado por la noche, de modo que tengamos libre todo el fin de
semana para pasarlo juntos
Joe sonrió.
-Hay más. Unos... amigos míos tienen una casita en Monte Lemmon y he logrado
que me la presten. Ya tengo la llave. El lugar es muy tranquilo y muy fresco.
Joe le dirigió una mirada llena de cariño.
-Suena sensacional. Puedes soltarte el pelo, literal y figurativamente hablando.
-Sí -_____ se tocó la trenza que colgaba por su espalda-. Sé lo mucho que te gusta
que lleve el pelo suelto, pero hoy hacía demasiado calor.
-Comprendo y, por favor, no pienses que tienes que sufrir incomodidades para
satisfacer mis preferencias. Tengo verdadera obsesión por tu pelo, pero no es una
obsesión incurable.
-¿No? Entonces, ¿no te importa si me corto el pelo la semana que viene?
-Me estás poniendo a prueba, pero no. Yo te amaré igual, con pelo o sin él.
_____ se echó a reír.
-Por suerte para ti, eso no será ningún problema, al menos por ahora. Me gusta mi
pelo tal como está, excepto en días como hoy.
-Sí. El próximo fin de semana en las montañas será una delicia. Aunque detesto
admitirlo, el andar con una chica rica tiene sus ventajas.
-Oh, Joe, mucha gente tiene casitas en las montañas -protestó ella, incómoda como
siempre cuando él hacía comparaciones entre pobres y ricos.
-Nadie que yo conozca.
-Bueno, no es la gran cosa, pero pensé que tú... e nosotros... la disfrutaríamos.
-Claro que lo haremos -dijo él en voz baja-. Gracias _____.
Ella tragó la sequedad que había en su garganta. La ansiosa anticipación que había
sentido por el siguiente fin de semana se había apagado. Cuanto más sabía sobre Joe,
más temía su inevitable confrontación al terminar el verano, cuando ella le dijera quién
era. A pesar del placer que significaba estar con él ahora, no podía olvidar los
problemas que amenazaban su futuro.
-Te has quedado callada de pronto le acarició la mejilla con el dorso de la mano-.
Supongo que te eché a perder la sorpresa.
85
-No, realmente no -dijo ella, añadiendo otra falsedad más a la larga lista-.
Iba a decírtelo esta noche, así que unas cuantas horas no hacen ninguna diferencia.
-Me siento conmovido de que hayas planeado todo esto para nosotros.
Imagínate, podemos pasar dos días completos juntos, con nada que hacer, más que
comer, dormir y hacer el amor -entrelazó sus dedos con los de ella-. Especialmente
hacer el amor -suspiró-. Incluso ese tiempo no será suficiente para demostrarte
cómo me siento respecto a ti.
Las palabras de él avivaron una brasa de excitación sensual entre ellos, y el frío
de las inquietudes de _____ empezó a desaparecer.
-Sé que no va a ser suficiente tiempo -dijo, oprimiendo la mano de él-, pero será
más del que hemos tenido hasta ahora.
-Algún día -prometió Joe-, tendremos todo el tiempo del mundo. Tiene que
sucedemos, _____. Estamos tan bien cuando estamos juntos...
-Sí -contestó ella, almacenando en su cerebro esas palabras-. Eso es verdad.
Recorrieron en silencio el corto tramo que faltaba para llegar a la casa de su
madre. Cuando entraron al sendero que conducía a la casa, _____ decidió que la
casita estilo rancho, con un garaje para un solo coche, era tal como ella la había
imaginado: de sencillo diseño rectangular; con la sala y la cocina en un extremo, la
puerta de la calle en el centro, y los dormitorios en el otro extremo.
El patio era de grava y tenía cactus, como la mayor parte de los patios en esa
zona. Curt, sin camisa, estaba arrancando algunas malas yerbas. Los saludó con la
mano cuando pasaron cerca de él.
-Os advierto que la casa es un horno -dijo, sonriendo, a modo de bienvenida-.
Mamá piensa que la única comida decente para servir a un invitado es un buen
asado, así que ha tenido puesto el horno todo el día. Yo le dije que prefería carnes
frías y ensalada; pero no quiso escuchar una sola palabra.
-Está bien -contestó Joe-. Nosotros somos fuertes. No olvides que el Pontiac no
tiene aire acondicionado.
-No me preocupaba por un hombretón como tú, pero pensé que tal vez a la
señorita Johnson eso la molestaría -Curt la miró con timidez.
-Vas a tener que llamarme _____ -dijo ella-. Y yo también estoy acostumbrada al
calor. He vivido en Tucson toda mi vida, como vosotros.
-¿_____, eh? -Curt pareció dudoso-. Eso no me suena correcto.
-Eso se debe a que no estás acostumbrado a hacerlo. Practica decir mi nombre de
pila suficientes veces, y el sonido extraño irá desapareciendo.
-Si usted lo dice, señorita Johnson.
Ella miró a Joe, que los observaba con una expresión divertida en sus ojos
almendrados.
-Si tú lo dices, _____ -corrigió ella.
Curt sonrió.
-Si dices, _____. Y creo que todos nosotros disfrutaríamos más de esta discusión en el
porche posterior, con la bebida fría en las manos. ¿Qué decís?
-Suena bien -contestó Joe-. Déjame llevar a _____ a que conozca mamá y trataremos
de hacerla salir también. No era intención exponerla a tanto calor, cuando invité a _____ a
cenar.
-Bueno, ya conoce a mamá -dijo Curt, conduciéndolos a través del garaje hacia la
puerta lateral.
_____ se preguntó si la madre de Curt y de Joe no preferiría que hicieran entrar a los
invitados por la puerta principal y no por la lateral. En apariencia así era, a juzgar por la
expresión escandalizada del rostro de la mujer cuando los vio. Ya en la puerta, los
hombres no supieron qué hacer. Sabían que _____ debía entrar primero, pero no se
atrevían a hacerla entrar, sin haberla presentado.
Por fin lograron entrar todos casi al mismo tiempo, como una pandilla de niños, pensó
_____ riendo. La madre de. Joe se enfrentó a ellos con una sonrisa decidida, mientras se
secaba las manos en un paño de cocina. _____ calculó que la temperatura de la cocina debía
ser superior a los cuarenta grados.
-Encantada de conocerla, señora Tucker -dijo _____, avanzando para estrechar su
86
mano, después de la presentación que Joe y Curt habían hecho a coro.
-Oh, prefiero que me llame Lee. Todos me llaman así, excepto los muchachos, por supuesto
-declaró la madre de Joe. Su apretón de manos fue firme, aunque _____ notó una leve
expresión de dolor en sus ojos, cuando se movía. La madre de Joe debía sufrir algún tipo
de dolor crónico, pensó _____.
-¿Lee? -dijo, sonriendo-. Es un nombre muy bonito.
-Es diminutivo de Rosalee -explicó-. A Eddie, mi difunto marido, le gustaban los
apodos. Así que me llamó Lee desde el momento en que me conoció. Y con ese nombre
me quedé.
-Bueno, a mí me gusta -manifestó, _____, notando que Joe había heredado los ojos
de su madre. Pudo imaginar con facilidad, más allá de los kilos extra y las arrugas, que
Rosalee Tucker debió haber sido una hermosa mujer. Pero, a diferencia de la madre de
_____, cuyos problemas habían disminuido con los años, los de aquella mujer se habían
multiplicado, desde la muerte de su esposo-. Algo huele muy bien -comentó _____. Una
cosa que las dos madres tenían en común era su afición por la cocina.
-Sí -añadió Curt-, y este lugar está insoportablemente caliente, mamá. Tenía menos
calor en el patio.
-La sala está mejor -dijo su madre, en tono de leve reprensión-. Yo hubiera
pensado que harías pasar a Joe y a _____ por la puerta principal, Curt.
-No había razón -contestó Curt-. Nos dirigíamos al patio de atrás y éste es el camino
más corto.
-Y queremos que vengas con nosotros -añadió Joe-. ¿Puedes dejar la cena por un
rato? Curt tiene razón, esta cocina es un infierno, y ya has estado de pie demasiado
tiempo.
-Me siento responsable -intervino _____-. Se ha tomado todas estas molestias por
mí. -No es ninguna molestia -protestó la madre de Joe, moviendo el paño de
cocina-. Yo fui quien pedí a Joe que la trajera -sonrió con timidez-. Pero hace
mucho calor en la casa, ¿verdad? Tal vez deberíamos cenar afuera si las moscas no nos
molestan demasiado.
-Yo prefiero las moscas al calor. Ven, mamá -dijo Curt, cogiéndola por el codo-.
Tengo una tumbona ahí afuera, y Joe nos va a preparar a todos algo frío para beber.
-Bueno... -la mujer miró a su alrededor, revisando la cocina-. Supongo que todo
está ya listo. Aliñé la ensalada y puse la col agria en el frigorífico. El asado puede esperar
un poco en el horno.
-Entonces, id a descansar los tres -Joe los condujo a través de la puerta corrediza
que daba a la parte de atrás, hacia el porche cubierto-. Yo seré el camarero.
-Y yo te ayudaré -propuso _____.
-No, claro que no lo harás -le sonrió y le dio un leve empujón para que saliera-. Seis
noches a la semana es suficiente. Hoy yo te serviré a ti, para variar. ¿Qué queréis beber?
-Té helado, por favor, Joe -contestó su madre.
-Limonada -gritó Curt a través de la puerta.
-Yo también quiero limonada -lijo _____.
-Os lo llevo en un momento -dijo Joe y cerró la puerta corrediza.
_____ se sentó en una silla de jardín, junto a la tumbona donde Curt estaba acomodando a
su madre, con un cojín en la espalda.
-Uuy -exclamó ella con suavidad al acomodarse-. Esta espalda mía es una molestia.
Hacerse vieja es un fastidio, _____.
_____ no supo qué contestar. Sus padres, que probablemente tenían la misma edad que
Lee Tucker, no consideraban la edad una molestia, al menos, no de forma tan evidente.
Qué gran diferencia hacían las circunstancias, pensó _____.
-Su casa es muy agradable -dijo, buscando un tema diferente de conversación.
-Ah, gracias -la madre de Joe pareció satisfecha-. No has visto mucho de ella, con
Curt haciéndote entrar por la parte de atrás. Pero yo soy muy feliz en ella. Eddie y yo
compramos esta casa antes de que Joe empezara en el colegio. Los chicos solían rogarnos
que pusiéramos una piscina en la parte de atrás, o sea aquí, pero me alegro de que no lo
hiciéramos, ahora que Eddie no está aquí para encargarse de ella.
-Supongo que las piscinas requieren mucho cuidado -sugirió _____, sin saber realmente
87
de qué estaba hablando. Sus padres tenían contratado un servicio profesional que se
ocupaba de la piscina, y la que había en su conjunto de apartamentos no era preocupación
suya tampoco.
-Claro que sí -afirmó la madre de Joe-. Bastante trabajo tenemos ya con mantener
recortado el pequeño trecho de césped de que disponemos y regados los árboles y
arbustos. Y esa mora que hay ahí, que Eddie y yo plantamos, refresca el patio
considerablemente. Con una piscina en el centro, no habría quedado espacio para un
árbol.
-Es un árbol muy bonito -dijo _____, y pensó que hablaba como un robot
programado para charlar.
-¿Te gusta tu trabajo en Suds y Subs? -preguntó la madre de Joe-. Yo trabajaba en
una cafetería, hasta que mi espalda se dio por vencida.
-Servir mesas es un trabajo duro -opinó _____, hablando por primera vez con
sentimiento real-. No entiendo cómo algunas mujeres lo siguen haciendo, año tras año.
-Algunas veces no tienen otra alternativa –comentó la otra mujer.
-Supongo que no; desde luego me alegro de no tener que hacerlo el resto de mi
vida.
-Espero que seguirás dando clases el resto de tu vida -intervino Curt, con un matiz
de adoración en la voz-. Eres una profesora estupenda.
-Gracias Curt. Pero voy a deciros algo. Si fui buena profesora antes, lo seré mucho
mejor el próximo semestre después de esta experiencia. Antes sólo hablaba de que
había diferentes estratos sociales y de que la gente era configurada por su medio
ambiente, sin haberlo experimentado de forma directa. Pero ahora lo estoy haciendo
y comprendo todo mejor, gracias a mi trabajo en el bar.
-Eso está bien -asintió la madre de Joe-. Yo siempre he pensado que las
personas de un nivel de vida deberían, a través de algún programa social, poder vivir
un poco en otro, para comprender cómo lo pasan personas de otro nivel -se echó
a reír-. Desde luego, yo me pondría a la cabeza de la lista para ir a probar el tipo de
vida que lleva la gente que pertenece a los clubs de campo.
_____ se movió inquieta, buscando un comentario que no sonara a presunción
arrogante. Después de todo, ella representaba el nivel de vida que Lee envidiaba. Por
fortuna Joe abrió la puerta corrediza en ese momento y salió con una bandeja de
bebidas frías, salvando a _____ de tener que decir algo.
-Su bebida, señorita -dijo, entregándole una limonada.
-Supongo que vas a querer propina -bromeó _____, riéndose.
-Claro que sí -contestó él y le guiñó un ojo.
_____ se sonrojó y se preguntó si Curt o su madre encontrarían algo sugestivo en la
respuesta de Joe. _____ veía algo sugestivo en casi todo cuanto hacia o decía Joe.
-Bueno, tú eres afortunada -continuó la madre de Joe, cuando todos tuvieron su
bebida y Joe había colocado una silla junto a la de _____-. Has podido ir a la
universidad y recibido el tipo de preparación que impedía que tengas que servir
mesas o trabajar de obrera en una línea de ensamblaje.
- Sí, he sido afortunada -reconoció _____ por segunda vez ese día.
-Yo creo en la preparación universitaria -continuó Lee-. Yo quería que Joe tuviera
una carrera, aún después de que su padre murió y quedamos muy limitados de dinero.
Le dije que encontraría la manera de pagarle los estudios. Mi espalda no estaba tan
mal entonces, y yo estaba dispuesta a buscar un segundo trabajo, pero él no me dejó.
-Mamá, tú sabes que yo no quería estudiar más -dijo Joe-. Curt y yo somos
distintos.
-Sí, pero, ¿qué me dices de tu futuro, Joe? -preguntó su madre-. Estas
atado al negocio dé la construcción, que sube y baja como la montaña rusa. Cuando
seas más viejo, no vas a querer seguir subiendo ahí...
Se detuvo y se aclaró la garganta antes de lanzarse a una larga letanía de los peligros
inherentes al trabajo de Joe.
Aunque Joe intentó cambiar de tema y después trató de convencer a su madre de
que los riesgos de su trabajo no eran tan grandes como suponía, ella continuó
expresando su preocupación. _____ escucho negándose a aceptar las miradas de
88
Joe y sus resignados movimientos de cabeza. Ella estaba de parte de la madre de él
en esa discusión, aunque como recién llagada al grupo familiar era reacia a
expresar su opinión.
En su única conversación sobre el tema, recordó _____, Joe había rechazado la
perspectiva de convertirse en administrador y eventual propietario de una compañía de
construcción, que era el camino que había seguido el padre de _____. En cambio, Joe le
había confesado, casi con timidez, su deseo de escribir algo sobre sus experiencias como
trabajador del hierro.
_____ podía imaginarse cómo considerarían sus padres, y probablemente la propia
madre de Joe, tal ambición. La considerarían una ilusión tonta, y quizá lo era. Pero _____
reconocía un anhelo en Joe que tal vez, en su opinión, podría llevarlo al éxito.
Ella había conocido algunas personas en similares circunstancias, un estibador y un
bombero acudieron a su mente, que habían compaginado un trabajo físicamente exigente
con la habilidad para escribir sobre él y se habían convertido en escritores de gran
éxito. Tal vez debía pedir a Joe que le mostrara sus notas, cuando pasaran el fin de
semana en la casita. Eso le revelaría a ella cuáles eran sus probabilidades de triunfar.
-Mamá, creo que huelo a que la carne se está quemando -comentó Joe, por
fin, como un esfuerzo desesperado para interrumpir la perorata sobre los peligros del
trabajo de la construcción.
-Yo no huelo nada -dijo su madre, aunque se incorporó y olfateó con temor-.
Pero supongo que debo ir a ver cómo está.
Joe se levantó de su silla y la ayudó a hacer lo mismo.
-Dinos qué tenemos que hacer y todos te ayudaremos.
-Sí -dijo _____, levantándose también.
-Oh, quedaos sentados aquí y divertios. No hay mucho qué hacer -protestó la
madre de Joe.
-Vamos, mamá -dijo Curt, llevando, a todos hacia la cocina-. Tú no nos
educaste para que nos sirvan.
Sacaron la cena al patio y estuvieron espantando moscas, entre risas y bromas,
durante la comida Curt los tuvo entretenidos con anécdotas sobre su trabajo en un
restaurante de comida rápida. El tema del futuro de Joe no volvió a surgir.
_____ se divirtió mucho, pero no pudo evitar el pensar que aquellas dos personas
que Joe quería habían limitado su potencial. Joe, por supuesto, había participado
plenamente en la limitación de sus horizontes, en aras del bienestar de su madre y de su
hermano, pero _____ se preguntó si, ahora que la obligación se acercaba a su fin, él
ya se había olvidado de soñar. Se prometió a sí misma que empezaría a enseñárselo
esa noche.
Mas tarde, en el apartamento de él, cuando estaban acostados, rodeados de
almohadas y satisfechos después de hacer el amor, decidió abordar el tema.
-¿Recuerdas el día de nuestro picnic, cuando mencionaste algo sobre escribir un
libro? -preguntó poniéndose de lado para mirarlo.
-Si -Joe miró hacia el techo y se echó a reír.
-¿Por qué te ríes?
-Porque la idea es ridícula.
-¿Lo es?
Él se volvió hacia ella.
-Tú debes darte cuenta de que lo es. No sé por qué siquiera te la mencioné ese
día. Tal vez estaba tratando de impresionarte.
_____ suspiró. Aquello no iba a ser fácil.
-No creo que me lo hayas dicho por eso. Creo que realmente te gustaría escribir un
libro.
-¿Y qué importa si así fuera? Eso no significa que podría hacerlo, o que alguien
querría publicarlo.
-Ésa no es una actitud muy positiva -dijo ella.
-Es una actitud realista.
-Tal vez, Joe, pero en la vida la excitación viene de ser un poco idealista. Sé que por el
momento no puedes permitirte el lujo de no ser realista, pero en cuestión de meses Curt se
89
habrá licenciado y tú podrás arriesgarte.
La mirada de él se suavizó.
-Yo esperaba que en cuestión de meses tú aceptarías ser mi esposa.
La excitación despertó en ella al oírlo decir eso. Aunque se lo había imaginado muchas
veces diciéndolo, las palabras, dichas en voz alta, fueron como una descarga eléctrica.
-Esperaba que me lo pidieras -murmuró.
Él sonrió.
-No te preocupes, lo haré. Pero ese no me parece el momento oportuno para lanzarme
a una aventura como sería escribir un libro.
-Oye, espera un momento -_____ rodeó su rostro con ambas manos-. No voy a
permitir que cambies una obligación por otra, y tú te quedes afuera otra vez.
Él volvió la cabeza para besarle la palma de la mano.
-Yo no llamaría obligación a casarme contigo -dijo, frotando la mano de ella contra su
mejilla-. Te quiero por razones muy egoístas.
-Pero, Joe -insistió ella-, no te estás dando la oportunidad de descubrir lo que
realmente quieres de tu vida.
-Te quiero a ti.
-Eso no es suficiente.
Él besó cada uno de los dedos de ella.
-No creo que tú estés capacitada para juzgar. Si tengo que elegir entre escribir ese
libro o casarme contigo, no hay la menor duda de cuál seria mi elección.
_____ retiró la mano y se aferró con ella al hombro de él.
-No tienes que elegir -aseguró, con deseos de sacudirlo-. Puedes hacer las dos
cosas.
Él hizo un gesto despectivo.
-¿Cómo? ¿Viviendo de tu sueldo?
-¿Qué tiene de malo eso?
-Todo lo malo del mundo.
_____ se sentó y lo miró.
-¿Te preocuparía si yo renunciara a mi trabajo y viviera de tu salario?
-Eso es diferente.
-¡No, no lo es! -ella comprendió que estaban a punto de regañar, y no deseaba tal
cosa- Muy bien -dijo, bajando la mirada hacia la expresión disgustada de él-. Me he
adelantado a lo que quería decir. Mi intención era pedirte algo antes de que nos metiéramos
en este lío de quién paga las cuentas.
-¿Qué querías pedirme?
-Tú dijiste que tienes muchas notas de los años que has trabajado en esto. ¿Podrías
traerlas el próximo fin de semana, para dejarme verlas? Entonces tendríamos una mejor
base para discutir. Si creo que el material no merece ser publicado en forma de libro, te lo
diré. Pero si me gusta lo que leo...
Joe suspiró.
-No debí haber mencionado nada de esto.
-Pero lo hiciste y yo no puedo olvidarlo. Joe, estoy de acuerdo con tu madre. Debes
tener algo más en la mente que ser trabajador del hierro por el resto de tu vida.
Joe se echó a reír.
-No creo que mi madre se sintiese muy excitada con este plan, tampoco. Su hijo... el
escritor independiente. Hablando de un futuro incierto, eso es peor que el trabajo que
tengo.
-Tal vez ella no lo aprobaría, pero yo sí -dijo _____, decidida a no dejar que se
escabullera-. Déjame ver tus notas el próximo fin de semana. Por favor.
-Y si no sirven, ¿me prometes olvidar el asunto para siempre?
-Te lo prometo.
-Tengo un gran montón de notas. No me gustaría que su lectura interfiriera en... -
extendió los brazos y la apretó contra él- otras cosas.
-Yo leo muy deprisa. Además, no podemos hacer el amor todo el tiempo.
Él sonrió.

-¿Quieres apostar?