Capítulo 13
EL
lunes _____ llevó todos sus textos escolares al bar y se los entregó a Mónica.
-¡Vaya,
están en perfectas condiciones! -exclamó Mónica, hojeando un libro de álgebra,
cuando
las dos estaban sentadas en la bodega durante un momento de descanso-. ¿Por
qué
no los vendiste?
-No
quise hacerlo.
-La
mayor parte de los chicos con los que estudié tuvieron que venderlos.
Necesitaban
el
dinero.
-Yo
tuve suerte -dijo _____, comprendiendo lo cierto que era eso-. Mis padres
sabían
que a mí me encantaba el colegio y los libros eran una cosa muy especial para
mí,
así
que me dejaron quedarme con ellos.
-Ya
me doy cuenta de que tus libros eran muy especiales para ti. No escribiste nada
en
ellos, ni los maltrataste para nada -levantó la mirada del libro-. Yo también
los
cuidaré
-prometió-. No fumaré mientras los leo, y no dejaré que los niños se acerquen
siquiera
a ellos.
-Eso
no me preocupa, Mónica. Confío plenamente en ti. Además, deben usarse.
Han
estado en mi librería, simplemente acumulando polvo.
-Bueno,
yo los cuidaré muy bien de todas formas -Mónica levantó los libros de texto
como si
estuviera
manejando lingotes de oro-. Si me sustituyes, los iré a guardar bajo llave en
mi coche
ahora
mismo.
-Claro,
yo te sustituiré –_____ sonrió y se dirigió de nuevo al bar. Necesitaba reunir
más
información
para su estudio, aunque su entusiasmo por él se había evaporado un poco.
Nada
en su vida parecía tan importante en esos días como estar con Joe
Joe se
había marchado media hora antes. Su presencia había llenado de excitación
para _____
aquel salón lleno de humo. Se preguntó si la vida habría sido más fácil si no
pudieran
verse para nada hasta el viernes. Eran como espías, que robaban unos momentos
al
tiempo para hablar, para comunicarse su amor con una mirada o un simple
roce.
Ya no le cabía la menor duda: estaba loca, apasionadamente enamorada de
Joe
Jonas.
Y,
sin embargo, no podía simplemente abandonar los otros aspectos de su vida. El
estudio
de los trabajadores del hierro había sido una buena idea, seguía siendo una
buena
idea. La publicación de sus descubrimientos la ayudaría a ascender a una
posición
mejor en la universidad, y ella quería esa seguridad ahora más que nunca,
para
no convertirse en una carga financiera más para Joe.
El
tomar notas era mucho más fácil, porque Mónica estaba al tanto de sus
investigaciones,
y _____ podía anotar sus observaciones con tranquilidad. Mónica era
curiosa
y con frecuencia se asomaba por encima del hombro de _____ mientras ella
escribía.
A _____ no le importaba; recibía de buena gana los comentarios de su
compañera
respecto a la estructura social que había en el bar.
-Todavía
no acabo de creerme que me hayas prestado todos esos libros -dijo
Mónica
tal vez por cuarta vez esa noche.
-Estás
exagerando las cosas manifestó _____ sonriendo- No es nada del
otro
mundo, de veras
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-Claro
que lo es y lo dije en serio cuando prometí convencer a Bailey de que te dé
un
sábado libre de vez en cuando. ¿Qué te parece este fin de semana?
_____
se rió y negó con la cabeza.
-Gracias,
pero creo que debemos empezar ya tu plan de estudios y el domingo
por
la tarde es el momento de empezar. Además, Joe me invitó a cenar en casa
de su
madre el domingo, así que no podríamos salir de la ciudad de todas formas.
-¿En
casa de su madre, eh? -Mónica sonrió-. Bien por ti. ¿Y cuándo lo vas a
llevar
a que lo conozcan tus padres?
La
sonrisa de _____ desapareció y con ella se fue su expresión feliz.
Mónica
frunció el ceño.
-Guau,
¿qué he dicho que apagó la luz del sol?
-Nada
-_____ bajó la cabeza-. Hay algunos problemas con mis padres, eso
es
todo.
-Ah.
Siento mucho oír eso, _____. Eso sí que podría ser un serio obstáculo.
-Lo
sé.
-Bueno,
¿qué te parece el siguiente fin de semana después del próximo,
entonces?
-preguntó Mónica con expresión alegre en un evidente intento por cambiar
_____
sonrió a su amiga.
-Tal
vez -dijo-. Déjame pensarlo.
-Hazlo,
por favor.
Mientras
la noche se acercaba a su fin, _____ pensó en la oferta de Mónica. Un fin
de
semana con Joe le parecía una fantasía hecha realidad. Lo que le habría gustado
realmente
era llevarlo a la casita que su familia tenía en Monte Lemmon. Sabía que a él
le
encantaban
las montañas y ellos dos podrían escapar del calor que abrumaba a Tucson
día
tras día.
No
tenía que decirle de quién era la casa; sólo que se la habían prestado para el
fin de
semana.
Con sus padres fuera del país por tres semanas, la única persona que podía
tener
planes para usarla sería su hermano.
Al
día siguiente, _____ continuó pensando en su idea. Cuanto más pensaba en
ella,
más le gustaba. Soñaba con pasar el tiempo a solas con Joe, con hacer el amor
en la
cama que había en la parte superior de la casa, con pasear de la mano de él por
los
bosques de pinos, compartiendo la intimidad de una casa, sin la preocupación de
tener
vecinos al otro lado de la pared. Esa noche llamó por teléfono a Danny, desde
el
bar,
y le avisó que necesitaba la casita el fin de semana siguiente al próximo.
Afortunadamente
Danny no le preguntó por qué o para qué.
Mantuvo
en secreto su plan para darle una sorpresa a Joe. Decidió no decirle nada
hasta
el domingo por la noche, antes de salir de su apartamento. Todo el fin de
semana,
la
perspectiva de unas pequeñas vacaciones con él mantuvieron muy alegre su estado
de
ánimo. El sábado nadaron en la amplia piscina que había en el complejo
residencial
donde
ella vivía e hicieron el amor hasta que _____ tuvo que irse a trabajar. El
domingo
por la mañana comieron rosquillas y leyeron el periódico, antes de hacer el
amor
de
nuevo. Luego _____ se fue a casa de Mónica y se dirigió de allí al apartamento
de
Joe,
donde ambos subieron al viejo Pontiac de él para ir a la casa de su madre.
-Algo
te traes entre manos -dijo Joe finalmente, mientras se dirigían a la casa bajo
el
ardiente calor del desierto-. Tú preparas algo, _____. Puedo percibirlo.
Ella
no contestó. Se limitó a dirigirle una mirada sonriente.
-¿Cuándo
me lo vas a decir?
-Más
tarde.
-Vamos,
_____. Detesto las sorpresas.
-¿De
verdad? -ella lo miró pensativa-. Yo creía que a todos les encantaban las
sorpresas.
-A mí
no. No importa si son buenas o malas. Me gusta todo sobre la mesa, donde
pueda
verlo.
-¡Vaya!
-exclamó ella, tratando de dominar su inquietud-. ¿Quieres decir que no te
gustan
siquiera en tu cumpleaños, o en Navidad?
Joe se
rió.
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-Sí.
Solía ser motivo de bromas en mi casa, cuando era pequeño. Yo hacía una lista
de
lo
que quería. Mis padres me decían lo que podía comprar de la.lista, y eso era lo
que
yo recibía, ni más ni menos.
-A mí
me parece bastante crudo -dijo _____. Se le ocurrió la palabra «inflexible»,
también,
pero no la dijo en voz alta-. ¿Y qué me dices de Santa Claus
-Tal
vez todo empezó ahí. Me puse furioso cuando descubrí que era mi madre quien
compraba
los regalos.
-Pero,
¿qué me dices de la belleza de la fantasía?
Él le
apretó la mano.
-Eso
lo tengo -dijo con suavidad-. Cuando hacemos el amor, creamos una
fantasía
que es mucho más dulce que el resto de la vida. Ése es todo el escape de la
realidad
que necesito.
-Tú
lees libros -continuó ella, decidida a hacer algunos agujeros en la lógica de
él,
más
para su propio beneficio que para el de Joe-. Las novelas, por ejemplo. No son
verdad.
-Las
buenas lo son. No quiero decir que los personajes sean reales, pero las
emociones
y las situaciones humanas lo son. Ésa es otra de las razones por las que
me
gusta Browning. Era un apasionado defensor de la verdad.
«¡Oh,
Dios!», pensó _____. El viento cálido entró por las ventanillas abiertas del
automóvil,
muy parecido a la seca desolación que ella sentía al imaginar lo que
sucedería
cuando Joe supiera la verdad sobre ella. Su única esperanza era construir un
amor
tan sólido y fuerte que pudiera resistir la tormenta más tarde.
-Así
que, para hacer más corta esta larga historia, quieres saber en qué consiste
mi
sorpresa -declaró _____.
-Por
favor.
-Muy
bien. Mónica se siente terriblemente endeudada conmigo por los libros que
le
presté y la ayuda que le estoy dando en sus estudios. Se ha ofrecido a hacer mi
trabajo
el próximo sábado por la noche, de modo que tengamos libre todo el fin de
semana
para pasarlo juntos
Joe sonrió.
-Hay
más. Unos... amigos míos tienen una casita en Monte Lemmon y he logrado
que
me la presten. Ya tengo la llave. El lugar es muy tranquilo y muy fresco.
Joe le
dirigió una mirada llena de cariño.
-Suena
sensacional. Puedes soltarte el pelo, literal y figurativamente hablando.
-Sí -_____
se tocó la trenza que colgaba por su espalda-. Sé lo mucho que te gusta
que
lleve el pelo suelto, pero hoy hacía demasiado calor.
-Comprendo
y, por favor, no pienses que tienes que sufrir incomodidades para
satisfacer
mis preferencias. Tengo verdadera obsesión por tu pelo, pero no es una
obsesión
incurable.
-¿No?
Entonces, ¿no te importa si me corto el pelo la semana que viene?
-Me
estás poniendo a prueba, pero no. Yo te amaré igual, con pelo o sin él.
_____
se echó a reír.
-Por
suerte para ti, eso no será ningún problema, al menos por ahora. Me gusta mi
pelo
tal como está, excepto en días como hoy.
-Sí.
El próximo fin de semana en las montañas será una delicia. Aunque detesto
admitirlo,
el andar con una chica rica tiene sus ventajas.
-Oh, Joe,
mucha gente tiene casitas en las montañas -protestó ella, incómoda como
siempre
cuando él hacía comparaciones entre pobres y ricos.
-Nadie
que yo conozca.
-Bueno,
no es la gran cosa, pero pensé que tú... e nosotros... la disfrutaríamos.
-Claro
que lo haremos -dijo él en voz baja-. Gracias _____.
Ella
tragó la sequedad que había en su garganta. La ansiosa anticipación que había
sentido
por el siguiente fin de semana se había apagado. Cuanto más sabía sobre Joe,
más
temía su inevitable confrontación al terminar el verano, cuando ella le dijera
quién
era.
A pesar del placer que significaba estar con él ahora, no podía olvidar los
problemas
que amenazaban su futuro.
-Te
has quedado callada de pronto le acarició la mejilla con el dorso de la mano-.
Supongo
que te eché a perder la sorpresa.
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-No,
realmente no -dijo ella, añadiendo otra falsedad más a la larga lista-.
Iba a
decírtelo esta noche, así que unas cuantas horas no hacen ninguna diferencia.
-Me
siento conmovido de que hayas planeado todo esto para nosotros.
Imagínate,
podemos pasar dos días completos juntos, con nada que hacer, más que
comer,
dormir y hacer el amor -entrelazó sus dedos con los de ella-. Especialmente
hacer
el amor -suspiró-. Incluso ese tiempo no será suficiente para demostrarte
cómo
me siento respecto a ti.
Las
palabras de él avivaron una brasa de excitación sensual entre ellos, y el frío
de
las inquietudes de _____ empezó a desaparecer.
-Sé
que no va a ser suficiente tiempo -dijo, oprimiendo la mano de él-, pero será
más
del que hemos tenido hasta ahora.
-Algún
día -prometió Joe-, tendremos todo el tiempo del mundo. Tiene que
sucedemos,
_____. Estamos tan bien cuando estamos juntos...
-Sí
-contestó ella, almacenando en su cerebro esas palabras-. Eso es verdad.
Recorrieron
en silencio el corto tramo que faltaba para llegar a la casa de su
madre.
Cuando entraron al sendero que conducía a la casa, _____ decidió que la
casita
estilo rancho, con un garaje para un solo coche, era tal como ella la había
imaginado:
de sencillo diseño rectangular; con la sala y la cocina en un extremo, la
puerta
de la calle en el centro, y los dormitorios en el otro extremo.
El
patio era de grava y tenía cactus, como la mayor parte de los patios en esa
zona.
Curt, sin camisa, estaba arrancando algunas malas yerbas. Los saludó con la
mano
cuando pasaron cerca de él.
-Os
advierto que la casa es un horno -dijo, sonriendo, a modo de bienvenida-.
Mamá
piensa que la única comida decente para servir a un invitado es un buen
asado,
así que ha tenido puesto el horno todo el día. Yo le dije que prefería carnes
frías
y ensalada; pero no quiso escuchar una sola palabra.
-Está
bien -contestó Joe-. Nosotros somos fuertes. No olvides que el Pontiac no
tiene
aire acondicionado.
-No
me preocupaba por un hombretón como tú, pero pensé que tal vez a la
señorita
Johnson eso la molestaría -Curt la miró con timidez.
-Vas
a tener que llamarme _____ -dijo ella-. Y yo también estoy acostumbrada al
calor.
He vivido en Tucson toda mi vida, como vosotros.
-¿_____,
eh? -Curt pareció dudoso-. Eso no me suena correcto.
-Eso
se debe a que no estás acostumbrado a hacerlo. Practica decir mi nombre de
pila
suficientes veces, y el sonido extraño irá desapareciendo.
-Si
usted lo dice, señorita Johnson.
Ella
miró a Joe, que los observaba con una expresión divertida en sus ojos
almendrados.
-Si
tú lo dices, _____ -corrigió ella.
Curt
sonrió.
-Si
dices, _____. Y creo que todos nosotros disfrutaríamos más de esta discusión en
el
porche
posterior, con la bebida fría en las manos. ¿Qué decís?
-Suena
bien -contestó Joe-. Déjame llevar a _____ a que conozca mamá y trataremos
de
hacerla salir también. No era intención exponerla a tanto calor, cuando invité
a _____ a
cenar.
-Bueno,
ya conoce a mamá -dijo Curt, conduciéndolos a través del garaje hacia la
puerta
lateral.
_____
se preguntó si la madre de Curt y de Joe no preferiría que hicieran entrar a
los
invitados
por la puerta principal y no por la lateral. En apariencia así era, a juzgar
por la
expresión
escandalizada del rostro de la mujer cuando los vio. Ya en la puerta, los
hombres
no supieron qué hacer. Sabían que _____ debía entrar primero, pero no se
atrevían
a hacerla entrar, sin haberla presentado.
Por
fin lograron entrar todos casi al mismo tiempo, como una pandilla de niños,
pensó
_____
riendo. La madre de. Joe se enfrentó a ellos con una sonrisa decidida, mientras
se
secaba
las manos en un paño de cocina. _____ calculó que la temperatura de la cocina
debía
ser
superior a los cuarenta grados.
-Encantada
de conocerla, señora Tucker -dijo _____, avanzando para estrechar su
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mano,
después de la presentación que Joe y Curt habían hecho a coro.
-Oh,
prefiero que me llame Lee. Todos me llaman así, excepto los muchachos, por
supuesto
-declaró
la madre de Joe. Su apretón de manos fue firme, aunque _____ notó una leve
expresión
de dolor en sus ojos, cuando se movía. La madre de Joe debía sufrir algún tipo
de
dolor crónico, pensó _____.
-¿Lee?
-dijo, sonriendo-. Es un nombre muy bonito.
-Es
diminutivo de Rosalee -explicó-. A Eddie, mi difunto marido, le gustaban los
apodos.
Así que me llamó Lee desde el momento en que me conoció. Y con ese nombre
me
quedé.
-Bueno,
a mí me gusta -manifestó, _____, notando que Joe había heredado los ojos
de su
madre. Pudo imaginar con facilidad, más allá de los kilos extra y las arrugas,
que
Rosalee
Tucker debió haber sido una hermosa mujer. Pero, a diferencia de la madre de
_____,
cuyos problemas habían disminuido con los años, los de aquella mujer se habían
multiplicado,
desde la muerte de su esposo-. Algo huele muy bien -comentó _____. Una
cosa
que las dos madres tenían en común era su afición por la cocina.
-Sí
-añadió Curt-, y este lugar está insoportablemente caliente, mamá. Tenía menos
calor
en el patio.
-La
sala está mejor -dijo su madre, en tono de leve reprensión-. Yo hubiera
pensado
que harías pasar a Joe y a _____ por la puerta principal, Curt.
-No
había razón -contestó Curt-. Nos dirigíamos al patio de atrás y éste es el
camino
más
corto.
-Y
queremos que vengas con nosotros -añadió Joe-. ¿Puedes dejar la cena por un
rato?
Curt tiene razón, esta cocina es un infierno, y ya has estado de pie demasiado
tiempo.
-Me
siento responsable -intervino _____-. Se ha tomado todas estas molestias por
mí.
-No es ninguna molestia -protestó la madre de Joe, moviendo el paño de
cocina-.
Yo fui quien pedí a Joe que la trajera -sonrió con timidez-. Pero hace
mucho
calor en la casa, ¿verdad? Tal vez deberíamos cenar afuera si las moscas no nos
molestan
demasiado.
-Yo
prefiero las moscas al calor. Ven, mamá -dijo Curt, cogiéndola por el codo-.
Tengo
una tumbona ahí afuera, y Joe nos va a preparar a todos algo frío para beber.
-Bueno...
-la mujer miró a su alrededor, revisando la cocina-. Supongo que todo
está
ya listo. Aliñé la ensalada y puse la col agria en el frigorífico. El asado
puede esperar
un
poco en el horno.
-Entonces,
id a descansar los tres -Joe los condujo a través de la puerta corrediza
que
daba a la parte de atrás, hacia el porche cubierto-. Yo seré el camarero.
-Y yo
te ayudaré -propuso _____.
-No,
claro que no lo harás -le sonrió y le dio un leve empujón para que saliera-.
Seis
noches
a la semana es suficiente. Hoy yo te serviré a ti, para variar. ¿Qué queréis
beber?
-Té
helado, por favor, Joe -contestó su madre.
-Limonada
-gritó Curt a través de la puerta.
-Yo
también quiero limonada -lijo _____.
-Os
lo llevo en un momento -dijo Joe y cerró la puerta corrediza.
_____
se sentó en una silla de jardín, junto a la tumbona donde Curt estaba
acomodando a
su
madre, con un cojín en la espalda.
-Uuy
-exclamó ella con suavidad al acomodarse-. Esta espalda mía es una molestia.
Hacerse
vieja es un fastidio, _____.
_____
no supo qué contestar. Sus padres, que probablemente tenían la misma edad que
Lee
Tucker, no consideraban la edad una molestia, al menos, no de forma tan
evidente.
Qué
gran diferencia hacían las circunstancias, pensó _____.
-Su
casa es muy agradable -dijo, buscando un tema diferente de conversación.
-Ah,
gracias -la madre de Joe pareció satisfecha-. No has visto mucho de ella, con
Curt
haciéndote entrar por la parte de atrás. Pero yo soy muy feliz en ella. Eddie y
yo
compramos
esta casa antes de que Joe empezara en el colegio. Los chicos solían rogarnos
que pusiéramos
una piscina en la parte de atrás, o sea aquí, pero me alegro de que no lo
hiciéramos,
ahora que Eddie no está aquí para encargarse de ella.
-Supongo
que las piscinas requieren mucho cuidado -sugirió _____, sin saber realmente
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de
qué estaba hablando. Sus padres tenían contratado un servicio profesional que
se
ocupaba
de la piscina, y la que había en su conjunto de apartamentos no era
preocupación
suya
tampoco.
-Claro
que sí -afirmó la madre de Joe-. Bastante trabajo tenemos ya con mantener
recortado
el pequeño trecho de césped de que disponemos y regados los árboles y
arbustos.
Y esa mora que hay ahí, que Eddie y yo plantamos, refresca el patio
considerablemente.
Con una piscina en el centro, no habría quedado espacio para un
árbol.
-Es
un árbol muy bonito -dijo _____, y pensó que hablaba como un robot
programado
para charlar.
-¿Te
gusta tu trabajo en Suds y Subs? -preguntó la madre de Joe-. Yo trabajaba en
una
cafetería, hasta que mi espalda se dio por vencida.
-Servir
mesas es un trabajo duro -opinó _____, hablando por primera vez con
sentimiento
real-. No entiendo cómo algunas mujeres lo siguen haciendo, año tras año.
-Algunas
veces no tienen otra alternativa –comentó la otra mujer.
-Supongo
que no; desde luego me alegro de no tener que hacerlo el resto de mi
vida.
-Espero
que seguirás dando clases el resto de tu vida -intervino Curt, con un matiz
de
adoración en la voz-. Eres una profesora estupenda.
-Gracias
Curt. Pero voy a deciros algo. Si fui buena profesora antes, lo seré mucho
mejor
el próximo semestre después de esta experiencia. Antes sólo hablaba de que
había
diferentes estratos sociales y de que la gente era configurada por su medio
ambiente,
sin haberlo experimentado de forma directa. Pero ahora lo estoy haciendo
y
comprendo todo mejor, gracias a mi trabajo en el bar.
-Eso
está bien -asintió la madre de Joe-. Yo siempre he pensado que las
personas
de un nivel de vida deberían, a través de algún programa social, poder vivir
un
poco en otro, para comprender cómo lo pasan personas de otro nivel -se echó
a
reír-. Desde luego, yo me pondría a la cabeza de la lista para ir a probar el
tipo de
vida
que lleva la gente que pertenece a los clubs de campo.
_____
se movió inquieta, buscando un comentario que no sonara a presunción
arrogante.
Después de todo, ella representaba el nivel de vida que Lee envidiaba. Por
fortuna
Joe abrió la puerta corrediza en ese momento y salió con una bandeja de
bebidas
frías, salvando a _____ de tener que decir algo.
-Su
bebida, señorita -dijo, entregándole una limonada.
-Supongo
que vas a querer propina -bromeó _____, riéndose.
-Claro
que sí -contestó él y le guiñó un ojo.
_____
se sonrojó y se preguntó si Curt o su madre encontrarían algo sugestivo en la
respuesta
de Joe. _____ veía algo sugestivo en casi todo cuanto hacia o decía Joe.
-Bueno,
tú eres afortunada -continuó la madre de Joe, cuando todos tuvieron su
bebida
y Joe había colocado una silla junto a la de _____-. Has podido ir a la
universidad
y recibido el tipo de preparación que impedía que tengas que servir
mesas
o trabajar de obrera en una línea de ensamblaje.
- Sí,
he sido afortunada -reconoció _____ por segunda vez ese día.
-Yo
creo en la preparación universitaria -continuó Lee-. Yo quería que Joe tuviera
una
carrera, aún después de que su padre murió y quedamos muy limitados de dinero.
Le
dije que encontraría la manera de pagarle los estudios. Mi espalda no estaba
tan
mal
entonces, y yo estaba dispuesta a buscar un segundo trabajo, pero él no me
dejó.
-Mamá,
tú sabes que yo no quería estudiar más -dijo Joe-. Curt y yo somos
distintos.
-Sí,
pero, ¿qué me dices de tu futuro, Joe? -preguntó su madre-. Estas
atado
al negocio dé la construcción, que sube y baja como la montaña rusa. Cuando
seas
más viejo, no vas a querer seguir subiendo ahí...
Se
detuvo y se aclaró la garganta antes de lanzarse a una larga letanía de los
peligros
inherentes
al trabajo de Joe.
Aunque
Joe intentó cambiar de tema y después trató de convencer a su madre de
que
los riesgos de su trabajo no eran tan grandes como suponía, ella continuó
expresando
su preocupación. _____ escucho negándose a aceptar las miradas de
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Joe y
sus resignados movimientos de cabeza. Ella estaba de parte de la madre de él
en
esa discusión, aunque como recién llagada al grupo familiar era reacia a
expresar
su opinión.
En su
única conversación sobre el tema, recordó _____, Joe había rechazado la
perspectiva
de convertirse en administrador y eventual propietario de una compañía de
construcción,
que era el camino que había seguido el padre de _____. En cambio, Joe le
había
confesado, casi con timidez, su deseo de escribir algo sobre sus experiencias
como
trabajador
del hierro.
_____
podía imaginarse cómo considerarían sus padres, y probablemente la propia
madre
de Joe, tal ambición. La considerarían una ilusión tonta, y quizá lo era. Pero _____
reconocía
un anhelo en Joe que tal vez, en su opinión, podría llevarlo al éxito.
Ella
había conocido algunas personas en similares circunstancias, un estibador y un
bombero
acudieron a su mente, que habían compaginado un trabajo físicamente exigente
con
la habilidad para escribir sobre él y se habían convertido en escritores de
gran
éxito.
Tal vez debía pedir a Joe que le mostrara sus notas, cuando pasaran el fin de
semana
en la casita. Eso le revelaría a ella cuáles eran sus probabilidades de
triunfar.
-Mamá,
creo que huelo a que la carne se está quemando -comentó Joe, por
fin,
como un esfuerzo desesperado para interrumpir la perorata sobre los peligros
del
trabajo
de la construcción.
-Yo
no huelo nada -dijo su madre, aunque se incorporó y olfateó con temor-.
Pero
supongo que debo ir a ver cómo está.
Joe se
levantó de su silla y la ayudó a hacer lo mismo.
-Dinos
qué tenemos que hacer y todos te ayudaremos.
-Sí
-dijo _____, levantándose también.
-Oh,
quedaos sentados aquí y divertios. No hay mucho qué hacer -protestó la
madre
de Joe.
-Vamos,
mamá -dijo Curt, llevando, a todos hacia la cocina-. Tú no nos
educaste
para que nos sirvan.
Sacaron
la cena al patio y estuvieron espantando moscas, entre risas y bromas,
durante
la comida Curt los tuvo entretenidos con anécdotas sobre su trabajo en un
restaurante
de comida rápida. El tema del futuro de Joe no volvió a surgir.
_____
se divirtió mucho, pero no pudo evitar el pensar que aquellas dos personas
que Joe
quería habían limitado su potencial. Joe, por supuesto, había participado
plenamente
en la limitación de sus horizontes, en aras del bienestar de su madre y de su
hermano,
pero _____ se preguntó si, ahora que la obligación se acercaba a su fin, él
ya se
había olvidado de soñar. Se prometió a sí misma que empezaría a enseñárselo
esa
noche.
Mas
tarde, en el apartamento de él, cuando estaban acostados, rodeados de
almohadas
y satisfechos después de hacer el amor, decidió abordar el tema.
-¿Recuerdas
el día de nuestro picnic, cuando mencionaste algo sobre escribir un
libro?
-preguntó poniéndose de lado para mirarlo.
-Si -Joe
miró hacia el techo y se echó a reír.
-¿Por
qué te ríes?
-Porque
la idea es ridícula.
-¿Lo
es?
Él se
volvió hacia ella.
-Tú
debes darte cuenta de que lo es. No sé por qué siquiera te la mencioné ese
día.
Tal vez estaba tratando de impresionarte.
_____
suspiró. Aquello no iba a ser fácil.
-No
creo que me lo hayas dicho por eso. Creo que realmente te gustaría escribir un
libro.
-¿Y
qué importa si así fuera? Eso no significa que podría hacerlo, o que alguien
querría
publicarlo.
-Ésa
no es una actitud muy positiva -dijo ella.
-Es
una actitud realista.
-Tal
vez, Joe, pero en la vida la excitación viene de ser un poco idealista. Sé que
por el
momento
no puedes permitirte el lujo de no ser realista, pero en cuestión de meses Curt
se
89
habrá
licenciado y tú podrás arriesgarte.
La
mirada de él se suavizó.
-Yo
esperaba que en cuestión de meses tú aceptarías ser mi esposa.
La
excitación despertó en ella al oírlo decir eso. Aunque se lo había imaginado
muchas
veces
diciéndolo, las palabras, dichas en voz alta, fueron como una descarga
eléctrica.
-Esperaba
que me lo pidieras -murmuró.
Él
sonrió.
-No
te preocupes, lo haré. Pero ese no me parece el momento oportuno para lanzarme
a una
aventura como sería escribir un libro.
-Oye,
espera un momento -_____ rodeó su rostro con ambas manos-. No voy a
permitir
que cambies una obligación por otra, y tú te quedes afuera otra vez.
Él
volvió la cabeza para besarle la palma de la mano.
-Yo
no llamaría obligación a casarme contigo -dijo, frotando la mano de ella contra
su
mejilla-.
Te quiero por razones muy egoístas.
-Pero,
Joe -insistió ella-, no te estás dando la oportunidad de descubrir lo que
realmente
quieres de tu vida.
-Te
quiero a ti.
-Eso
no es suficiente.
Él
besó cada uno de los dedos de ella.
-No
creo que tú estés capacitada para juzgar. Si tengo que elegir entre escribir
ese
libro
o casarme contigo, no hay la menor duda de cuál seria mi elección.
_____
retiró la mano y se aferró con ella al hombro de él.
-No
tienes que elegir -aseguró, con deseos de sacudirlo-. Puedes hacer las dos
cosas.
Él
hizo un gesto despectivo.
-¿Cómo?
¿Viviendo de tu sueldo?
-¿Qué
tiene de malo eso?
-Todo
lo malo del mundo.
_____
se sentó y lo miró.
-¿Te
preocuparía si yo renunciara a mi trabajo y viviera de tu salario?
-Eso
es diferente.
-¡No,
no lo es! -ella comprendió que estaban a punto de regañar, y no deseaba tal
cosa-
Muy bien -dijo, bajando la mirada hacia la expresión disgustada de él-. Me he
adelantado
a lo que quería decir. Mi intención era pedirte algo antes de que nos
metiéramos
en
este lío de quién paga las cuentas.
-¿Qué
querías pedirme?
-Tú
dijiste que tienes muchas notas de los años que has trabajado en esto. ¿Podrías
traerlas
el próximo fin de semana, para dejarme verlas? Entonces tendríamos una mejor
base
para discutir. Si creo que el material no merece ser publicado en forma de
libro, te lo
diré.
Pero si me gusta lo que leo...
Joe suspiró.
-No
debí haber mencionado nada de esto.
-Pero
lo hiciste y yo no puedo olvidarlo. Joe, estoy de acuerdo con tu madre. Debes
tener
algo más en la mente que ser trabajador del hierro por el resto de tu vida.
Joe se
echó a reír.
-No
creo que mi madre se sintiese muy excitada con este plan, tampoco. Su hijo...
el
escritor
independiente. Hablando de un futuro incierto, eso es peor que el trabajo que
tengo.
-Tal
vez ella no lo aprobaría, pero yo sí -dijo _____, decidida a no dejar que se
escabullera-.
Déjame ver tus notas el próximo fin de semana. Por favor.
-Y si
no sirven, ¿me prometes olvidar el asunto para siempre?
-Te
lo prometo.
-Tengo
un gran montón de notas. No me gustaría que su lectura interfiriera en... -
extendió
los brazos y la apretó contra él- otras cosas.
-Yo
leo muy deprisa. Además, no podemos hacer el amor todo el tiempo.
Él
sonrió.
-¿Quieres
apostar?