Capítulo 17
_____
comprendió que algo había sucedido en la construcción desde el momento en
que
los trabajadores entraron al bar. Había desaparecido su actitud jovial y los
hombres
se comunicaban en tonos bajos e intensos. Temblando de miedo, _____ se
acercó
a Smiley. Cuando le dijo que un cable reventado le había abierto una herida a
Mando
en la mejilla se sintió aliviada de que no hubiera sido algo más grave. Tal vez
la
llamada
a su padre no había sido demasiado tarde para evitar un desastre.
Joe debía
estar furioso, desde luego, por lo que le había sucedido a su amigo.
_____
comprendía que un cable suelto podía costar la pérdida de un ojo y hoy había
estado
a punto de ocurrir. Sus padres habían prometido volver a casa tan pronto como
pudieran
conseguir dos plazas en un avión, pero su padre le había advertido que tal vez
no
podrían llegar hasta el domingo o el lunes temprano.
A
ella le había sorprendido cierta resignación en el tono de voz de su padre,
como si
lo
que ella le estaba diciendo no fuera del todo desconocido para él.
La
lesión de Mando también daba una luz más intensa y dura a la confesión que _____
iba a
hacer a Joe. Había decidido hacérsela ese mismo fin de semana,
posiblemente
esa misma noche. Tembló al pensar en cuál seria su actitud hacia
111
construcciones
Johnson, después de que su amigo había estado a punto de quedar
ciego
por la negligencia de la compañía. Estaba segura de que Joe se pondría en
contacto
con las autoridades; pero si podía convencerlo de que esperara, su padre
pronto
lo arreglaría todo.
Y,
sin embargo, ¿qué posibilidades tenía de convencerlo, una vez que supiera quién
era
ella? Virtualmente ninguna, admitió mientras servía a los hombres en el bar y
esperaba
a que aparecieran Joe y Mando. Smiley había dicho que los había visto coger
el
ascensor hacia el dispensario de primeros auxilios y que no los había vuelto a
ver
desde
entonces, pero estaba seguro de que irían a tomar un trago, sobre todo esa
noche.
Mientras
_____ llevaba una bandeja hacia el reservado de Smiley y Rooster, Joe y
Mando
entraron. Mando, por primera vez, parecía un poco vulnerable con un gran
parche
blanco en una mejilla. Joe era otra historia. _____ nunca había visto su
expresión
tan sombría y, por primera vez desde que ella lo conocía, eludió su
mirada.
La única posible explicación de su conducta la golpeó con tanta fuerza que
estuvo
a punto de soltar la bandeja. Él lo sabía ya.
«Danny»,
pensó con desesperación. Al fin la había traicionado, aunque no sabía
todavía
que ella había hecho la llamada esa mañana, y que sus padres se
disponían
ya a volver a casa. Continuó avanzando hacia el reservado de Smiley, lo cual
la
iba a obligar a cruzarse con Joe y Mando; sin embargo, alguien del otro lado
del salón
los
llamó y los dos hombres se detuvieron para contestar una pregunta.
_____
entregó la ronda de bebidas, recogió el dinero y se retiró. No estaba
preparada
para enfrentarse a Joe todavía. Tenía que dejar de temblar, antes de
afrontar
la agonía de su desilusión. Volvió a toda prisa a la barra, dejó la bandeja
allí y
murmuró
algo sobre un rápido descanso, antes de dirigirse al cuarto de baño. Una vez
allí,
cerró la puerta y puso el seguro.
Se
quedó de pie en la oscuridad, tomando grandes bocanadas de aire; sin embargo,
cada
una de ellas terminaba en un sollozo. Lo peor había sucedido: Joe había
descubierto
su secreto antes de que ella hubiera tenido oportunidad de decírselo.
¿Escucharía
él ahora sus explicaciones? Las lágrimas escapaban de sus ojos
fuertemente
apretados y ella tomó un puñado de papel higiénico para enjugarlas. Sentía
ganas
de correr, de salir del bar y no volver nunca.
Todas
las probabilidades estaban ahora en contra de su amor, y ella lo sabía.
Pero
si se daba por vencida, si reconocía su derrota ante esas probabilidades,
nunca
sabría si su relación hubiera podido ser salvada. Tenía que ser fuerte. Si su
futuro
juntos podía ser salvado, ella era quien tenía que salvarlo.
Se
enfrentaría a él y soportaría lo que él le dijera, cualquier cosa que su mirada
acusadora
insinuara. Confiaba en que cuando se le pasara la furia, la sustituiría por su
amor
por ella. No tenía otra alternativa más que aferrarse a esa esperanza.
Para
cuando volvió al bar, Joe tenía ya su cerveza Budweisér y estaba sentado a
horcajadas
en una silla que había acercado al reservado de Smiley. Mando se había
sentado
junto a Rooster, un poco apretado. Nadie parecía interesado en el billar esa
noche.
Joe extendió un papel sobre la mesa, se sacó un lápiz del bolsillo de la camisa
y
empezó
a escribir, deteniéndose para leer cada párrafo a los hombres que estaban
sentados
a la mesa. Ellos asentían con la cabeza y añadían sus comentarios, mientras
Joe volvía
a escribir.
Alguien
llamó a _____ del reservado contiguo al de Smiley y ella tuvo que acercarse
para
tomar el pedido. Al pasar junto a Joe, él no levantó la mirada. Una vez más
sintió
deseos de correr, pero no lo hizo, sino que sirvió las bebidas que le habían
pedido.
En
cierto momento Rooster la llamó para pedir otra bebida. El corazón de _____
palpitaba
con fuerza cuando caminó hacia el reservado, hacia la espalda rígida de Joe.
Agarró
con tanta fuerza la bandeja, que el borde de plástico se le clavó en los dedos.
-¿Alguien
más quiere otro trago? -preguntó, después de anotar el pedido de
Rooster.
-¿Por
qué no? -dijo Smiley-. Me parece una buena idea. Mike, ¿tú también
quieres
repetir?
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-Sí,
tomaré uno más -afirmó Mike, terminándose el contenido de su vaso.
-Yo
también -dijo Al-. Invito a Mando a otra cerveza, o a lo que quiera. Lo
necesita.
-Yo
quiero otra cerveza -se sumó Joe, sin levantar la mirada del papel que
tenía
delante.
Todos
se quedaron mirando con asombro a Joe, incluyendo a _____.
-Dos
cervezas para Comelibros -comentó Smiley, moviendo la cabeza-. Ahora sé
que
estamos en dificultades.
-Oh,
claro que tenemos dificultades -dijo Joe. Dirigió su declaración a Smiley,
pero _____
comprendió que las palabras eran para ella-. Pero también las tienen los
Johnson.
-Me
imagino que te refieres a los dos -añadió Rooster-. Me gustaría ver al
niño
Danny y a su papaíto colgados de la misma cuerda.
-En
este momento, toda persona que se apellide Johnson está en mi lista negra -
contestó
Joe en un tono engañosamente tranquilo.
Smiley
fue el primero en protestar.
-Oye,
no exageres, Comelibros. No olvides que tu chica favorita, aquí presente, se
apellida
Johnson -se echó a reír-, no la compares con ese par de pillos que se
apellidan
como ella.
_____
contuvo el aliento. ¿Declararía Joe lo que sabía delante de todos? Si lo hacía,
sería
el final definitivo de su estudio, pero en esos momentos eso era lo que menos
le
importaba.
Si Joe la quería siquiera un poco, si al menos le mostraba la pequeña
consideración
de no humillarla en público, tal vez significaba que todavía sentía un poco
de
ternura por ella, que podía servir de cimiento para reconstruir su relación.
Joe levantó
la mirada hacia ella por primera vez, y ella se estremeció por el dolor y la
furia
que vio reflejados en sus ojos.
-Supongo
que tienes razón, Smiley -dijo, desviando la mirada de nuevo-. _____
no
puede ser comparada con ellos.
Las
lágrimas cuajaron los ojos de _____.
-Voy
a traer las bebidas -declaró con rapidez y se dio la vuelta. Él no había
revelado
su secreto, pero la amargura de su respuesta le reveló que la consideraba peor
que
su padre y su hermano. Por lo menos ellos nunca habían fingido ser alguien que
no
eran.
Mónica
se encontró con ella en la barra. La miró y tomó a _____ por los hombros.
-¿Qué
pasa? -preguntó.
-Él
lo sabe -dijo _____, mordiéndose el tembloroso labio inferior.
-Oh,
Em. Dios mío, lo siento.
-No
me doy por vencida, Mónica. Haré que me escuche. Lo amo demasiado para
perderlo.
-Te
deseo toda la suerte del mundo, Em. Si hay algo que yo pueda hacer... si
quieres
que hable con él...
-No.
Tengo que arreglar esto sola -miró a Mónica en una vana búsqueda de
esperanza
en el rostro de su amiga, pero no encontró ninguna-. Tú crees que todo
ha
acabado para mí, ¿verdad?
-Espero
que no, linda, pero con alguien como Joe...
-Sí -_____
respiró hondo y fue hacia el reservado lleno de hombres serios. Se había
prometido
hacer que Joe la escuchara; sin embargo, no tenía la menor idea de cómo
podría
lograrlo. Si él decidía salir esa noche del bar y no volverse a poner nunca en
contacto
con ella, ¿cómo podría evitarlo?
Joe le
dio la respuesta, cuando terminó su segunda cerveza y pidió la tercera. Dejó de
beber
unos momentos para preguntar si alguien había ido a vigilar la casa de Mónica
esa
noche; pero para cuando se determinó quién lo había hecho, él ya iba por la
cuarta
lata de cerveza.
Los
hombres casados del grupo empezaron a irse su casa, pero Mando y Rooster
se
quedaron. Joe guardó sus papeles y los tres hombres se acomodaron en el
reservado
y
pidieron otra ronda. _____ llegó a conclusión de que Joe planeaba
emborracharse.
Como
estaba a la expectativa de una oportunidad, logró hablar a solas con Mando,
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cuando
éste volvía del baño. Él todavía la asustaba un poco, pero a preocupada por
Joe y
él era, después de todo, el mejor amigo de Joe.
-Discúlpeme,
Mando –dijo, tocando su brazo musculoso-. Estoy preocupada
por Joe.
Nunca lo había visto beber tanto.
-Ese
gringo puede beber como una cuba cuando se lo propone.
-¿Ha
hecho esto antes?
-Sólo
una vez: La ocasión en que estuvo a punto de matarse.
-La
ocasión en que usted lo salvó.
La
mirada oscura de Mando recorrió el rostro de ella.
-¿Se
lo contó él?
_____
asintió.
-Bueno,
me imagino por qué quiso emborracharse esa noche. A la mayor parte de
nosotros
no nos gusta pensar en morir. Pero no entiendo por qué se está
emborrachando
hoy -Mando se tocó el parche de la mejilla-. Esto no merece una
borrachera.
-¿Usted
cree que... piensa que él seguirá bebiendo?
-Dijo
que iba a quedarse hasta que cerraran. Si lo hace, alguien va a tener que
llevar
a ese gringo a su casa, para acostarlo -miró a _____-. Y usted no tiene los
músculos
suficientes
-añadió con otra sonrisa-. Así que supongo que tendré que hacerlo yo. De
cualquier
manera, ya he bebido bastante cerveza por una noche.
_____
miró hacia el reservado. Joe había notado que estaban hablando y miraba en su
dirección.
-Le
agradezco que se encargue de él -dijo a Mando-. Si usted lo va a llevar en su
coche
a la casa, me gustaría seguirlos en el mío y quedarme con él.
-No
va a ser muy divertido cuando despierte
-No
me importa. Quiero asegurarme que esté bien.
-Muy
bien. Supongo que puede hacer lo que quiera... es usted su chica.
-Gracias,
Mando.
_____
le apretó el brazo y se alejó, sintiéndose agradecida que Joe no hubiera
contado
ni siquiera a su mejor amigo el engaño del que ella le había hecho víctima. Si
lo
hubiera hecho, Mando no le habría permitido acercarse a Joe a un kilómetro de
distancia.
Tendría la oportunidad de hablar con él a solas. Eso era todo lo que podía
pedir
en aquellas circunstancias.
A la
hora de cerrar sólo Mando, Rooster y Joe quedaban en el bar. _____
perdió
la cuenta de las cervezas que Joe consumió, pero él parecía haberle ganado
la
batalla al dolor a juzgar por las carcajadas que compartía con Mando. Mando
cumplió
su promesa de dejar de beber y Rooster lo imitó. Los dos hombres esperaron
amablemente
a que _____ terminara su trabajo, antes de colocarse a cada lado de
Joe y
guiarlo afuera.
Mando
condujo el Pontiac de Joe y Rooster lo siguió en el camión de Mando.
_____,
en su camioneta, iba a la retaguardia de la pequeña caravana. La impresionaban
los
esfuerzos de Mando y Rooster por ayudar a Joe. Los hombres eran completamente
leales
a él. Si Joe se ponía en contra de ella, los otros también lo harían,
comprendió.
Entre
ambos hicieron subir a Joe la escalera y lo metieron a su apartamento, con
_____
siguiéndolos de cerca. Permaneció en la sala cuando, a pesar de las risas y
las
leves protestas de Joe, lo desvistieron hasta dejarlo en ropa interior y lo
metieron
en la cama.
-Hemos
terminado -dijo Rooster cuando salieron del dormitorio-. Me alegro de
no
ser yo quien va a estar con él cuando se le pase el efecto de la cerveza.
Mando
miró a Rooster y se echó a reír.
-Apuesto
a que Joe también se va a alegrar. Serias una enfermera muy fea.
-Tú
no eres muy guapo que digamos -replicó Rooster-. De cualquier modo,
Comelibros
tiene su propia enfermera. Así que vámonos de aquí, que todavía
tenemos
que recoger mi coche.
-Gracias
a los dos -dijo _____-. Son buenos amigos.
-Joe ha
hecho lo mismo por nosotros -contestó Rooster encogiéndose de
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hombros,
mientras se dirigían a la puerta. Bueno, hasta la vista.
-Adiós
-_____ cerró la puerta y echó la llave. Luego apagó las luces de la sala y
entró
en -el dormitorio, donde Joe, que se había quedado en calzoncillos, se
encontraba
tumbado
sobre las sábanas, abiertas apresuradamente.
Ya
estaba dormido. Los ojos que la habían mirado con expresión acusadora toda la
noche
estaban cerrados. Por un momento pudo pretender que nada había cambiado entre
ellos,
que Joe se había quedado dormido después de que habían hecho el amor y que
la
tomaría en sus brazos al despertar. Le dolió el corazón con la dulzura de lo
que
había
sido y lo que tal vez no volvería a ser jamás.
Se
desvistió y se quedó sólo en bragas. Después de revisar varios cajones del
tocador,
encontró
una camiseta blanca de Joe y se la puso. Por último, apagó la luz y se metió en
la
cama
junto a él.
-Te
amo -murmuró, besando su mejilla. Él gimió con suavidad, sin despertar, y
el
sonido le rasgó el alma a ella. Lo había herido, lo había herido terriblemente.
De
algún
modo tenía que hacer que todo se arreglara entre ellos. Lo envolvió en sus
brazos
y se preparó para una larga noche de espera sin dormir
Cuando
Joe se movió por primera vez, la luz empezaba a brillar apenas a través de
las
persianas del dormitorio. Era, comprendió _____, al ver el reloj que había
junto
a la
cama, la hora en que él se despertaba todos los días. Ella había dormitado de
forma
intermitente durante la noche, pero había tenido sueños horribles de un
hombre
que caía de lo alto de un edificio en construcción. Algunas veces la víctima
era Joe,
otras, su padre o su hermano. No podía recordar haberse sentido nunca
tan
agotada como en esos momentos.
Los
ojos de Joe se abrieron y miraron los de ella. En el primer momento se
iluminaron
con una luz de bienvenida, pero se desvaneció al recordar lo que había
sucedido
el día anterior.
-Joe,
lo siento -dijo, resistiendo su mirada sin parpadear-. Te amo y lo siento.
Él
cerró los ojos y se estremeció.
-Me
amas -repitió él, con voz ronca por la bebida. Cuando la miró de nuevo sus
ojos
estaban llenos de tristeza-. ¿Cómo es posible que me ames? El amor dice la
verdad,
_____.
-Todo
lo importante que te he dicho acerca de mí ha sido verdad.
-¡Dios
mío! Lo dices como si lo creyeras.
-Y lo
creo -insistió ella-. La verdad sobre mí es que soy profesora, que me
preocupan
otras personas y que te amo. El resto es sólo accidental. No es importante
quién
soy.
-¿Ah,
no? -se incorporó sobre un codo-. Entonces, si no tenía ninguna maldita
importancia,
¿porqué no me lo dijiste? Caramba, cómo me duele la cabeza.
Ella
puso la mano sobre su frente ardiente, pero él la retiró.
-Por
favor. No me toques, como si te importara lo que me pasa. Esto es una burla.
-¡No
es una burla! -_____ se sentó cuando la furia sustituyó al remordimiento-. Por
ti
fui a ver a Danny y le dije que cambiara las cosas en la construcción. Cuando
descubrí que
no me
había hecho caso, llamé a mi padre ayer y le pedí que interrumpiera su crucero
y
volviera
a casa a poner orden.
-¿Y
tú crees que tu padre no sabe nada de esto?
-No
estoy segura. Él se ha desentendido del negocio desde hace algún tiempo y yo...
-Él
lo sabe, _____. No seas ingenua. Tu codicioso papá sabe lo que sucede.
-¡No
lo llames así!
-¿Por
qué no? Oh, se me olvidaba, tienes aversión a la verdad, ¿no?
-¡Basta!
-¿Y
le dijiste a tu padre que has estado haciendo el amor...? -se detuvo y se
corrigió
a sí mismo-. Más bien, ¿qué te has estado acostando con un empleado? -
concluyó
con suavidad.
-No,
no le dije que he estado haciendo el amor con un trabajador del hierro -
contestó
ella con voz trémula-. Y ha sido amor. Si estás demasiado ofuscado por tu idea
de la
honestidad para comprender esa clase de amor, entonces...
-¿Qué
clase es ésa? ¿El tipo de amor que me permite sincerarme mientras tú guardas
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tus
secretos? _____, te abrí mi alma -contrajo la mandíbula-. A cambio de ello, tú
me diste
sólo
mentiras.
-¿Me
habrías abierto tu alma si hubiera sido sincera contigo y te hubiera dicho
quién
era?
-exclamó, extendiendo las dos manos.
Él la
miró en silencio.
-¡Desde
luego que no lo habrías hecho! -las lágrimas corrían por sus mejillas y él la
miró
llorar sin ninguna expresión en el rostro-. Casi me mandaste al diablo al
descubrir
que
era profesora universitaria. ¡Si hubieras sabido que era la hija de Dan
Johnson, jamás
habrías
vuelto a salir conmigo!
-Lo
cual habría sido mejor para todos.
-Me
niego a, creer eso -_____ se levantó de la cama-. Pero veo que es inútil hablar
contigo
ahora, así que me voy.
Medio
ciega por las lágrimas, buscó a tientas su ropa.
Cuando
la encontró, se quitó la camiseta de Joe y alcanzó el sujetador. Al hacerlo, su
mirada
pasó por la cama y vio la expresión de los ojos de él, hambrienta y dolorida.
Se
detuvo,
con la prenda colgando de su mano. Dio un paso hacia él.
-¡Maldición!
-los ojos de Joe brillaban con lágrimas contenidas y su voz tembló- No es
justo
que tengas ese aspecto. Eras la mujer más hermosa y más sensible que había
conocido
nunca. ¡Y maldita sea, todavía te deseo!
-Entonces,
no pongas fin a esto.
-Tengo
que hacerlo -en sus ojos había una luz torturada.
-No,
eso no es verdad.
Él
apretó las manos y su voz se hizo baja y tensa.
-Si
te poseyera ahora, sería lascivia, _____, lascivia y furia. No podría ser
amable,
ni
cuidadoso. Con toda probabilidad, te haría daño.
-No
lo creo.
-Es
que no comprendes la profundidad de mi desesperación. Te lo advierto, vete.
.
-Pero yo...
-¡Lárgate!
¡No te quiero aquí!
Con
un sollozo, _____ cogió su ropa y huyó hacia la sala. No recordó cómo se vistió
ni
salió.
El recorrido hacia su casa fue un borrón de dolor, mientras sus palabras de
rechazo
se
repetían una y otra vez en su cabeza.
Una
vez dentro del apartamento, miró llorosa las velas que había colocado en cada
habitación,
como preparativo para su romántica noche juntos. En su dormitorio se
percibían
olores exóticos procedentes de los saquitos perfumados que había metido bajo
las
almohadas. En la mesita de noche se hallaba un volumen de poesías de
Browning,
encuadernado en piel, que pensaba regalarle.
Había
creado un ambiente seductor, como celebración de su amor. Entonces,
cuando
él comprendiera plenamente lo mucho que ella lo amaba, le habría dicho
quién
era su padre. Sin duda la verdad salida de sus labios no habría tenido el mismo
devastador
efecto que el que Joe la descubriera por sí mismo.
Tendida
en la cama, demasiado dolida para llorar, continuó escuchando las palabras
en su
cabeza: «no te quiero, no te quiero, no te quiero». Mónica tenía razón. Todo
había
terminado para ella.