sábado, 22 de marzo de 2014

17 mundos

Capítulo 17
_____ comprendió que algo había sucedido en la construcción desde el momento en
que los trabajadores entraron al bar. Había desaparecido su actitud jovial y los
hombres se comunicaban en tonos bajos e intensos. Temblando de miedo, _____ se
acercó a Smiley. Cuando le dijo que un cable reventado le había abierto una herida a
Mando en la mejilla se sintió aliviada de que no hubiera sido algo más grave. Tal vez la
llamada a su padre no había sido demasiado tarde para evitar un desastre.
Joe debía estar furioso, desde luego, por lo que le había sucedido a su amigo.
_____ comprendía que un cable suelto podía costar la pérdida de un ojo y hoy había
estado a punto de ocurrir. Sus padres habían prometido volver a casa tan pronto como
pudieran conseguir dos plazas en un avión, pero su padre le había advertido que tal vez
no podrían llegar hasta el domingo o el lunes temprano.
A ella le había sorprendido cierta resignación en el tono de voz de su padre, como si
lo que ella le estaba diciendo no fuera del todo desconocido para él.
La lesión de Mando también daba una luz más intensa y dura a la confesión que _____
iba a hacer a Joe. Había decidido hacérsela ese mismo fin de semana,
posiblemente esa misma noche. Tembló al pensar en cuál seria su actitud hacia
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construcciones Johnson, después de que su amigo había estado a punto de quedar
ciego por la negligencia de la compañía. Estaba segura de que Joe se pondría en
contacto con las autoridades; pero si podía convencerlo de que esperara, su padre
pronto lo arreglaría todo.
Y, sin embargo, ¿qué posibilidades tenía de convencerlo, una vez que supiera quién
era ella? Virtualmente ninguna, admitió mientras servía a los hombres en el bar y
esperaba a que aparecieran Joe y Mando. Smiley había dicho que los había visto coger
el ascensor hacia el dispensario de primeros auxilios y que no los había vuelto a ver
desde entonces, pero estaba seguro de que irían a tomar un trago, sobre todo esa
noche.
Mientras _____ llevaba una bandeja hacia el reservado de Smiley y Rooster, Joe y
Mando entraron. Mando, por primera vez, parecía un poco vulnerable con un gran
parche blanco en una mejilla. Joe era otra historia. _____ nunca había visto su
expresión tan sombría y, por primera vez desde que ella lo conocía, eludió su
mirada. La única posible explicación de su conducta la golpeó con tanta fuerza que
estuvo a punto de soltar la bandeja. Él lo sabía ya.
«Danny», pensó con desesperación. Al fin la había traicionado, aunque no sabía
todavía que ella había hecho la llamada esa mañana, y que sus padres se
disponían ya a volver a casa. Continuó avanzando hacia el reservado de Smiley, lo cual
la iba a obligar a cruzarse con Joe y Mando; sin embargo, alguien del otro lado del salón
los llamó y los dos hombres se detuvieron para contestar una pregunta.
_____ entregó la ronda de bebidas, recogió el dinero y se retiró. No estaba
preparada para enfrentarse a Joe todavía. Tenía que dejar de temblar, antes de
afrontar la agonía de su desilusión. Volvió a toda prisa a la barra, dejó la bandeja allí y
murmuró algo sobre un rápido descanso, antes de dirigirse al cuarto de baño. Una vez
allí, cerró la puerta y puso el seguro.
Se quedó de pie en la oscuridad, tomando grandes bocanadas de aire; sin embargo,
cada una de ellas terminaba en un sollozo. Lo peor había sucedido: Joe había
descubierto su secreto antes de que ella hubiera tenido oportunidad de decírselo.
¿Escucharía él ahora sus explicaciones? Las lágrimas escapaban de sus ojos
fuertemente apretados y ella tomó un puñado de papel higiénico para enjugarlas. Sentía
ganas de correr, de salir del bar y no volver nunca.
Todas las probabilidades estaban ahora en contra de su amor, y ella lo sabía.
Pero si se daba por vencida, si reconocía su derrota ante esas probabilidades,
nunca sabría si su relación hubiera podido ser salvada. Tenía que ser fuerte. Si su
futuro juntos podía ser salvado, ella era quien tenía que salvarlo.
Se enfrentaría a él y soportaría lo que él le dijera, cualquier cosa que su mirada
acusadora insinuara. Confiaba en que cuando se le pasara la furia, la sustituiría por su
amor por ella. No tenía otra alternativa más que aferrarse a esa esperanza.
Para cuando volvió al bar, Joe tenía ya su cerveza Budweisér y estaba sentado a
horcajadas en una silla que había acercado al reservado de Smiley. Mando se había
sentado junto a Rooster, un poco apretado. Nadie parecía interesado en el billar esa
noche. Joe extendió un papel sobre la mesa, se sacó un lápiz del bolsillo de la camisa y
empezó a escribir, deteniéndose para leer cada párrafo a los hombres que estaban
sentados a la mesa. Ellos asentían con la cabeza y añadían sus comentarios, mientras
Joe volvía a escribir.
Alguien llamó a _____ del reservado contiguo al de Smiley y ella tuvo que acercarse
para tomar el pedido. Al pasar junto a Joe, él no levantó la mirada. Una vez más
sintió deseos de correr, pero no lo hizo, sino que sirvió las bebidas que le habían
pedido.
En cierto momento Rooster la llamó para pedir otra bebida. El corazón de _____
palpitaba con fuerza cuando caminó hacia el reservado, hacia la espalda rígida de Joe.
Agarró con tanta fuerza la bandeja, que el borde de plástico se le clavó en los dedos.
-¿Alguien más quiere otro trago? -preguntó, después de anotar el pedido de
Rooster.
-¿Por qué no? -dijo Smiley-. Me parece una buena idea. Mike, ¿tú también
quieres repetir?
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-Sí, tomaré uno más -afirmó Mike, terminándose el contenido de su vaso.
-Yo también -dijo Al-. Invito a Mando a otra cerveza, o a lo que quiera. Lo
necesita.
-Yo quiero otra cerveza -se sumó Joe, sin levantar la mirada del papel que
tenía delante.
Todos se quedaron mirando con asombro a Joe, incluyendo a _____.
-Dos cervezas para Comelibros -comentó Smiley, moviendo la cabeza-. Ahora sé
que estamos en dificultades.
-Oh, claro que tenemos dificultades -dijo Joe. Dirigió su declaración a Smiley,
pero _____ comprendió que las palabras eran para ella-. Pero también las tienen los
Johnson.
-Me imagino que te refieres a los dos -añadió Rooster-. Me gustaría ver al
niño Danny y a su papaíto colgados de la misma cuerda.
-En este momento, toda persona que se apellide Johnson está en mi lista negra -
contestó Joe en un tono engañosamente tranquilo.
Smiley fue el primero en protestar.
-Oye, no exageres, Comelibros. No olvides que tu chica favorita, aquí presente, se
apellida Johnson -se echó a reír-, no la compares con ese par de pillos que se
apellidan como ella.
_____ contuvo el aliento. ¿Declararía Joe lo que sabía delante de todos? Si lo hacía,
sería el final definitivo de su estudio, pero en esos momentos eso era lo que menos le
importaba. Si Joe la quería siquiera un poco, si al menos le mostraba la pequeña
consideración de no humillarla en público, tal vez significaba que todavía sentía un poco
de ternura por ella, que podía servir de cimiento para reconstruir su relación.
Joe levantó la mirada hacia ella por primera vez, y ella se estremeció por el dolor y la
furia que vio reflejados en sus ojos.
-Supongo que tienes razón, Smiley -dijo, desviando la mirada de nuevo-. _____
no puede ser comparada con ellos.
Las lágrimas cuajaron los ojos de _____.
-Voy a traer las bebidas -declaró con rapidez y se dio la vuelta. Él no había
revelado su secreto, pero la amargura de su respuesta le reveló que la consideraba peor
que su padre y su hermano. Por lo menos ellos nunca habían fingido ser alguien que
no eran.
Mónica se encontró con ella en la barra. La miró y tomó a _____ por los hombros.
-¿Qué pasa? -preguntó.
-Él lo sabe -dijo _____, mordiéndose el tembloroso labio inferior.
-Oh, Em. Dios mío, lo siento.
-No me doy por vencida, Mónica. Haré que me escuche. Lo amo demasiado para
perderlo.
-Te deseo toda la suerte del mundo, Em. Si hay algo que yo pueda hacer... si
quieres que hable con él...
-No. Tengo que arreglar esto sola -miró a Mónica en una vana búsqueda de
esperanza en el rostro de su amiga, pero no encontró ninguna-. Tú crees que todo
ha acabado para mí, ¿verdad?
-Espero que no, linda, pero con alguien como Joe...
-Sí -_____ respiró hondo y fue hacia el reservado lleno de hombres serios. Se había
prometido hacer que Joe la escuchara; sin embargo, no tenía la menor idea de cómo
podría lograrlo. Si él decidía salir esa noche del bar y no volverse a poner nunca en
contacto con ella, ¿cómo podría evitarlo?
Joe le dio la respuesta, cuando terminó su segunda cerveza y pidió la tercera. Dejó de
beber unos momentos para preguntar si alguien había ido a vigilar la casa de Mónica
esa noche; pero para cuando se determinó quién lo había hecho, él ya iba por la
cuarta lata de cerveza.
Los hombres casados del grupo empezaron a irse su casa, pero Mando y Rooster
se quedaron. Joe guardó sus papeles y los tres hombres se acomodaron en el reservado
y pidieron otra ronda. _____ llegó a conclusión de que Joe planeaba emborracharse.
Como estaba a la expectativa de una oportunidad, logró hablar a solas con Mando,
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cuando éste volvía del baño. Él todavía la asustaba un poco, pero a preocupada por
Joe y él era, después de todo, el mejor amigo de Joe.
-Discúlpeme, Mando –dijo, tocando su brazo musculoso-. Estoy preocupada
por Joe. Nunca lo había visto beber tanto.
-Ese gringo puede beber como una cuba cuando se lo propone.
-¿Ha hecho esto antes?
-Sólo una vez: La ocasión en que estuvo a punto de matarse.
-La ocasión en que usted lo salvó.
La mirada oscura de Mando recorrió el rostro de ella.
-¿Se lo contó él?
_____ asintió.
-Bueno, me imagino por qué quiso emborracharse esa noche. A la mayor parte de
nosotros no nos gusta pensar en morir. Pero no entiendo por qué se está
emborrachando hoy -Mando se tocó el parche de la mejilla-. Esto no merece una
borrachera.
-¿Usted cree que... piensa que él seguirá bebiendo?
-Dijo que iba a quedarse hasta que cerraran. Si lo hace, alguien va a tener que
llevar a ese gringo a su casa, para acostarlo -miró a _____-. Y usted no tiene los músculos
suficientes -añadió con otra sonrisa-. Así que supongo que tendré que hacerlo yo. De
cualquier manera, ya he bebido bastante cerveza por una noche.
_____ miró hacia el reservado. Joe había notado que estaban hablando y miraba en su
dirección.
-Le agradezco que se encargue de él -dijo a Mando-. Si usted lo va a llevar en su
coche a la casa, me gustaría seguirlos en el mío y quedarme con él.
-No va a ser muy divertido cuando despierte
-No me importa. Quiero asegurarme que esté bien.
-Muy bien. Supongo que puede hacer lo que quiera... es usted su chica.
-Gracias, Mando.
_____ le apretó el brazo y se alejó, sintiéndose agradecida que Joe no hubiera
contado ni siquiera a su mejor amigo el engaño del que ella le había hecho víctima. Si
lo hubiera hecho, Mando no le habría permitido acercarse a Joe a un kilómetro de
distancia. Tendría la oportunidad de hablar con él a solas. Eso era todo lo que podía
pedir en aquellas circunstancias.
A la hora de cerrar sólo Mando, Rooster y Joe quedaban en el bar. _____
perdió la cuenta de las cervezas que Joe consumió, pero él parecía haberle ganado
la batalla al dolor a juzgar por las carcajadas que compartía con Mando. Mando
cumplió su promesa de dejar de beber y Rooster lo imitó. Los dos hombres esperaron
amablemente a que _____ terminara su trabajo, antes de colocarse a cada lado de
Joe y guiarlo afuera.
Mando condujo el Pontiac de Joe y Rooster lo siguió en el camión de Mando.
_____, en su camioneta, iba a la retaguardia de la pequeña caravana. La impresionaban
los esfuerzos de Mando y Rooster por ayudar a Joe. Los hombres eran completamente
leales a él. Si Joe se ponía en contra de ella, los otros también lo harían,
comprendió.
Entre ambos hicieron subir a Joe la escalera y lo metieron a su apartamento, con
_____ siguiéndolos de cerca. Permaneció en la sala cuando, a pesar de las risas y
las leves protestas de Joe, lo desvistieron hasta dejarlo en ropa interior y lo
metieron en la cama.
-Hemos terminado -dijo Rooster cuando salieron del dormitorio-. Me alegro de
no ser yo quien va a estar con él cuando se le pase el efecto de la cerveza.
Mando miró a Rooster y se echó a reír.
-Apuesto a que Joe también se va a alegrar. Serias una enfermera muy fea.
-Tú no eres muy guapo que digamos -replicó Rooster-. De cualquier modo,
Comelibros tiene su propia enfermera. Así que vámonos de aquí, que todavía
tenemos que recoger mi coche.
-Gracias a los dos -dijo _____-. Son buenos amigos.
-Joe ha hecho lo mismo por nosotros -contestó Rooster encogiéndose de
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hombros, mientras se dirigían a la puerta. Bueno, hasta la vista.
-Adiós -_____ cerró la puerta y echó la llave. Luego apagó las luces de la sala y
entró en -el dormitorio, donde Joe, que se había quedado en calzoncillos, se encontraba
tumbado sobre las sábanas, abiertas apresuradamente.
Ya estaba dormido. Los ojos que la habían mirado con expresión acusadora toda la
noche estaban cerrados. Por un momento pudo pretender que nada había cambiado entre
ellos, que Joe se había quedado dormido después de que habían hecho el amor y que
la tomaría en sus brazos al despertar. Le dolió el corazón con la dulzura de lo que
había sido y lo que tal vez no volvería a ser jamás.
Se desvistió y se quedó sólo en bragas. Después de revisar varios cajones del tocador,
encontró una camiseta blanca de Joe y se la puso. Por último, apagó la luz y se metió en la
cama junto a él.
-Te amo -murmuró, besando su mejilla. Él gimió con suavidad, sin despertar, y
el sonido le rasgó el alma a ella. Lo había herido, lo había herido terriblemente. De
algún modo tenía que hacer que todo se arreglara entre ellos. Lo envolvió en sus
brazos y se preparó para una larga noche de espera sin dormir
Cuando Joe se movió por primera vez, la luz empezaba a brillar apenas a través de
las persianas del dormitorio. Era, comprendió _____, al ver el reloj que había junto
a la cama, la hora en que él se despertaba todos los días. Ella había dormitado de
forma intermitente durante la noche, pero había tenido sueños horribles de un
hombre que caía de lo alto de un edificio en construcción. Algunas veces la víctima
era Joe, otras, su padre o su hermano. No podía recordar haberse sentido nunca
tan agotada como en esos momentos.
Los ojos de Joe se abrieron y miraron los de ella. En el primer momento se
iluminaron con una luz de bienvenida, pero se desvaneció al recordar lo que había
sucedido el día anterior.
-Joe, lo siento -dijo, resistiendo su mirada sin parpadear-. Te amo y lo siento.
Él cerró los ojos y se estremeció.
-Me amas -repitió él, con voz ronca por la bebida. Cuando la miró de nuevo sus
ojos estaban llenos de tristeza-. ¿Cómo es posible que me ames? El amor dice la
verdad, _____.
-Todo lo importante que te he dicho acerca de mí ha sido verdad.
-¡Dios mío! Lo dices como si lo creyeras.
-Y lo creo -insistió ella-. La verdad sobre mí es que soy profesora, que me
preocupan otras personas y que te amo. El resto es sólo accidental. No es importante
quién soy.
-¿Ah, no? -se incorporó sobre un codo-. Entonces, si no tenía ninguna maldita
importancia, ¿porqué no me lo dijiste? Caramba, cómo me duele la cabeza.
Ella puso la mano sobre su frente ardiente, pero él la retiró.
-Por favor. No me toques, como si te importara lo que me pasa. Esto es una burla.
-¡No es una burla! -_____ se sentó cuando la furia sustituyó al remordimiento-. Por
ti fui a ver a Danny y le dije que cambiara las cosas en la construcción. Cuando descubrí que
no me había hecho caso, llamé a mi padre ayer y le pedí que interrumpiera su crucero y
volviera a casa a poner orden.
-¿Y tú crees que tu padre no sabe nada de esto?
-No estoy segura. Él se ha desentendido del negocio desde hace algún tiempo y yo...
-Él lo sabe, _____. No seas ingenua. Tu codicioso papá sabe lo que sucede.
-¡No lo llames así!
-¿Por qué no? Oh, se me olvidaba, tienes aversión a la verdad, ¿no?
-¡Basta!
-¿Y le dijiste a tu padre que has estado haciendo el amor...? -se detuvo y se
corrigió a sí mismo-. Más bien, ¿qué te has estado acostando con un empleado? -
concluyó con suavidad.
-No, no le dije que he estado haciendo el amor con un trabajador del hierro -
contestó ella con voz trémula-. Y ha sido amor. Si estás demasiado ofuscado por tu idea
de la honestidad para comprender esa clase de amor, entonces...
-¿Qué clase es ésa? ¿El tipo de amor que me permite sincerarme mientras tú guardas
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tus secretos? _____, te abrí mi alma -contrajo la mandíbula-. A cambio de ello, tú me diste
sólo mentiras.
-¿Me habrías abierto tu alma si hubiera sido sincera contigo y te hubiera dicho quién
era? -exclamó, extendiendo las dos manos.
Él la miró en silencio.
-¡Desde luego que no lo habrías hecho! -las lágrimas corrían por sus mejillas y él la
miró llorar sin ninguna expresión en el rostro-. Casi me mandaste al diablo al descubrir
que era profesora universitaria. ¡Si hubieras sabido que era la hija de Dan Johnson, jamás
habrías vuelto a salir conmigo!
-Lo cual habría sido mejor para todos.
-Me niego a, creer eso -_____ se levantó de la cama-. Pero veo que es inútil hablar
contigo ahora, así que me voy.
Medio ciega por las lágrimas, buscó a tientas su ropa.
Cuando la encontró, se quitó la camiseta de Joe y alcanzó el sujetador. Al hacerlo, su
mirada pasó por la cama y vio la expresión de los ojos de él, hambrienta y dolorida. Se
detuvo, con la prenda colgando de su mano. Dio un paso hacia él.
-¡Maldición! -los ojos de Joe brillaban con lágrimas contenidas y su voz tembló- No es
justo que tengas ese aspecto. Eras la mujer más hermosa y más sensible que había
conocido nunca. ¡Y maldita sea, todavía te deseo!
-Entonces, no pongas fin a esto.
-Tengo que hacerlo -en sus ojos había una luz torturada.
-No, eso no es verdad.
Él apretó las manos y su voz se hizo baja y tensa.
-Si te poseyera ahora, sería lascivia, _____, lascivia y furia. No podría ser amable,
ni cuidadoso. Con toda probabilidad, te haría daño.
-No lo creo.
-Es que no comprendes la profundidad de mi desesperación. Te lo advierto, vete.
. -Pero yo...
-¡Lárgate! ¡No te quiero aquí!
Con un sollozo, _____ cogió su ropa y huyó hacia la sala. No recordó cómo se vistió ni
salió. El recorrido hacia su casa fue un borrón de dolor, mientras sus palabras de rechazo
se repetían una y otra vez en su cabeza.
Una vez dentro del apartamento, miró llorosa las velas que había colocado en cada
habitación, como preparativo para su romántica noche juntos. En su dormitorio se
percibían olores exóticos procedentes de los saquitos perfumados que había metido bajo
las almohadas. En la mesita de noche se hallaba un volumen de poesías de
Browning, encuadernado en piel, que pensaba regalarle.
Había creado un ambiente seductor, como celebración de su amor. Entonces,
cuando él comprendiera plenamente lo mucho que ella lo amaba, le habría dicho
quién era su padre. Sin duda la verdad salida de sus labios no habría tenido el mismo
devastador efecto que el que Joe la descubriera por sí mismo.
Tendida en la cama, demasiado dolida para llorar, continuó escuchando las palabras
en su cabeza: «no te quiero, no te quiero, no te quiero». Mónica tenía razón. Todo

había terminado para ella.